Antonio Vivaldi lleva siglos viajando por las montañas rusas de la memoria. Compositor y violinista célebre a principios de 1700, el llamado cura rojo -el apodo se debía a que era sacerdote y al color de su pelo- se precipitó en un olvido profundo en cuanto los gustos de las cortes europeas dejaron de un lado al estilo barroco veneciano y viraron hacia otros destinos. "Fue el compositor más importante de Europa de su época. Pero en torno a 1730 el público se enamoró del lenguaje napolitano, más clásico, y Vivaldi pasó de moda de inmediato", explica Francesco Fanna, director del Instituto italiano Antonio Vivaldi. La vagoneta del compositor veneciano (1678-1741) siguió bajando durante más de un siglo, hasta que a comienzos de 1900 volvió a encarrilarse en las vías de la historia de la música. Ahora el fantasma de Vivaldi parece haber escogido 2012 para subir por enésima vez la cuesta de la fama: dos películas que se estrenarán (salvo retrasos o cancelaciones) el año próximo tienen al cura rojo como protagonista.
Sacerdote que no celebraba misa, violinista y empresario teatral enfermo de asma bronquial, compositor de una de las sinfonías más famosas y más reproducidas de la historia (Las cuatro estaciones), Vivaldi ofrece muchas facetas al cineasta que quiera deshojar su margarita. De hecho, algunos ya lo intentaron: la última aparición del cura rojo en las pantallas grandes es de 2006, en Vivaldi, un príncipe en Venecia, de Jean-Louis Guillermou. Además, lo que es más intrigante todavía para un director, nieblas e incertidumbres envuelven la trayectoria profesional y vital del músico. "Se sabe realmente muy poco de su vida. Casi todas las hipótesis están basadas en la nada, desde un punto de vista científico", asegura Fanna.
Cierto es el capítulo final de la vida del cura rojo: Vivaldi se fue a Viena, en busca de la fama que había inexorablemente perdido en Venecia, y allí murió en condición de pobreza extrema. También está documentado que el músico trabajó durante casi toda la vida en el hospital de la Piedad de Venecia, orfanato, convento y escuela de música a la vez.
Dirigida por Boris Damast
En este aspecto precisamente se centrará una de las dos películas: el Vivaldi del director Boris Damast. El filme ha sufrido un destino parecido al de su personaje central. Sus prematuras semillas, sembradas hace cinco años, acabaron quemadas por una cancelación en 2007. Dos años después sin embargo retomaron vida y en septiembre se prevé que empiece el rodaje. La película, en la que Joseph Fiennes hará de Vivaldi, contará con Max Irons, Claire Foy, Alfred Molina y Gerard Depardieu, según The Hollywood Reporter.
Fabio Biondi no saldrá en las grandes pantallas pero sus manos sí podrían hacerlo. Este violinista y director de orquesta italiano fue contactado hace dos años por el equipo deVivaldi. "Me ofrecían una colaboración global: ser responsable de la parte musical, dar sugerencias para el guion y doblar al personaje, es decir ser sus manos y sus brazos, en las escenas en las que tocara", asegura Biondi, desde un hotel de A Coruña minutos antes de un ensayo con su orquesta. El músico, cuya versión de Las cuatro estaciones de Vivaldi junto con su orquesta vendió más de 500.000 copias y quien es fundador deEuropa Galante, una de las orquestas de música barroca más conocidas del mundo, considera "positivo" el interés del cine por el compositor veneciano aunque advierte: "Espero que no haya errores históricos. Seguramente algún guion invente algo sobre sus historias de amor".
La otra Vivaldi (sí, parece que los directores tienen menos fantasía que el violinista), de la mexicana Patricia Riggen, profundizará precisamente el aspecto tal vez más controvertido de la biografía del compositor: su relación con las mujeres y en particular con su favorita del coro del hospital, Anna Giró. Jessica Biel, Ben Kingsley y Luke Evans están en el reparto del filme. "Vivaldi vivía con Giró y su hermana y es verdad que la quería mucho. Aunque esto no significa que mantuvieran relaciones sexuales y además es cierto que el músico necesitaba asistencia por su enfermedad", explica Biondi.
Conflictos con la Iglesia
Sea como sea, el violinista veneciano tuvo contrastes con la Iglesia católica que dependieron al menos en parte del misterio que envolvía su relación con Giró y las otras cantantes de su coro. En 1737 el arzobispo de Ferrara, en el norte de Italia, le prohibió acudir a la abertura de la temporada de la ópera en esa ciudad. Fanna sin embargo resta hierro al asunto: "La parte más tradicionalista de la iglesia le miraba de reojo, pero es normal para un cura que frecuentaba los teatros líricos, considerados moralmente no adecuados para un religioso, y no celebraba misa". Y sobre este último aspecto el director del instituto Antonio Vivaldi tiene otra respuesta. "Le interesaba la música. Se hizo cura porque era la única manera de estudiar aunque sí tenía una religiosidad muy fuerte que se refleja en sus obras", detalla Fanna.
En esas mismas obras fue abriendo heridas insanables el paso del tiempo. La tendencia a las óperas desechables de 1700 -muchas se tiraban nada más ejecutarlas- y los gustos distintos del siglo XIX alejaron las miradas de las composiciones vivaldiane. "Hubo que esperar a la recuperación de los músicos italianos llevaba a cabo por Gian Francesco Malipiero durante la época fascista", cuenta Biondi. Fanna relata otra anécdota que le quitó las telarañas al legado del violinista veneciano. "Hacia 1920 un convento de Piamonte puso en venta su colección musical para pagar sus deudas. Un mecenas lo adquirió y lo dono a la biblioteca de Turín. Al estudiarlo se vio que contenía muchas piezas de Vivaldi y que era la mitad de una colección que una familia noble, los Durazzo, había comprado en Venecia a finales de 1700".
Desde entonces Vivaldi volvió a agarrarse al tren de la fama. El año próximo seguramente acabe parando en las salas de todo el planeta adonde llevará sus sinfonías. Biondi rinde homenaje al compositor veneciano: "Son piezas extraordinarias. Para esa época era un lenguaje sorprendentemente evolucionado. Y todavía hoy se escucha hasta en centros comerciales y ascensores". Curioso para alguien cuyo destino siempre ha sido el de bajar y subir.
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