En los últimos meses se ha demostrado cómo la historiografía no está libre de perder el sentido del rigor y la objetividad cuando cabalga sin documentos, bajo la excusa de una libertad ilimitada por la irresponsabilidad académica. Afortunadamente, los historiadores notables de este país han crecido en las tres últimas décadas al margen de mitos y leyendas, confinándose en las pruebas para resistir a la estafa de la memoria. Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) forma parte de estos, aquellos que nunca dan por cerrado el caso, de los que creen que la Historia avanza con cada nuevo hallazgo entre mapas, fotografías, telegramas, partes, grabados... Él los llama "soportes de información significativos y probatorios", para subrayar el carácter científico del material de conocimiento que se trae entre manos.
Señales imborrables e irrefutables. Moradiellos rastrea cabos para tejer una narración que ya no nos pertenece, que ya no recordamos, pero de la que venimos. "La Historia es un relato significativo sobre el pasado de los hombres, pero no es el pasado de los hombres. El pasado en sí es incognoscible, nos referimos a él porque hay documentos para conocerlo", resume el doctorespecializado en edad contemporánea, que avisa de la falta de conservación de esas pruebas, en peligro de extinción.
"La Historia es un relato sobre el pasado de los hombres, pero no es el pasado de los hombres"
La historia contemporánea en sus documentos, un libro de divulgación histórica sobre los siglos XIX y XX publicado por una editorial literaria (RBA), viene a confirmar, en un momento muy oportuno, las agarraderas del historiador, pero también del ciudadano que intente saber qué paso y de dónde viene. "La Historia es un componente integral de la noción de ciudadanía, porque asume su responsabilidad en los actos y la participación en la gestión pública. Saber el pasado no dice lo que va a venir, pero prevé. Son cautelas, vigilias contra las creencias en los milagros", asegura. Su función es la de levantar imposturas y mentiras, delirios. "Para eso sirve la Historia: no descubre el sentido de la existencia, pero descubre quién hizo qué. Es una obra humana, no divina, por fortuna, y siempre expuesta a revisar".
De ahí que no le parezca mala la idea de la Real Academia de la Historia, tal y como informó a este periódico el historiador independiente Juan Pablo Fusi, encargado de informar de las reparaciones a la RAH de las graves faltas del Diccionario Biográfico Español. Se mantendrían los desaguisados y se incluirían sus reparaciones en separatas. "Lo que ya no cabe es deshacer lo que ya está hecho, incluso, esa biografía es testimonio de lo que es la Academia y de cómo está el patio. Eso de destruir, nada de nada. Todo ha existido. Hay que archivarlo y conservarlo todo", explica sin dudas.
El libro que ahora publica presenta precisamente las herramientas del historiador y los conflictos que se derivan cuando no se utilizan. A partir de varias pruebas de cada uno de los momentos que investiga de la historia contemporánea, analiza y contextualiza. El trabajo aclara que la Historia es una tarea humana, interpretativa, pero "limitada a las pruebas". "Desde luego, la labor subjetiva es parte de la construcción del proceso histórico. Por eso no hay verdad única, porque la verdad histórica es falible, bien porque se ha errado en el análisis, bien porque aparecen nuevas pruebas que desmontan lo establecido", puntualiza Moradiellos.
"Que la biografía de Franco la escriba un franquista confeso es un gravísimo defecto"
El peligro de esa interpretación subjetiva aparece cuando ese "aspecto constructivo e irrenunciablemente subjetivo que tiene el saber histórico" se utiliza sin responsabilidad. "La Historia es una inferencia interpretativa racional y demostrativa y requiere cierto oficio y reglas, como el respeto a la cadencia interna de los fenómenos, y esto ha sido una conquista difícil: hay que excluir del campo de investigación histórica los aspectos como la divina providencia, el azar, la conjunción celestial o las teorías conspirativas. Y, sobre todo, el respeto a las pruebas materiales".
La Historia exige pruebas
Es decir, si en la propia Ley de Administración del Estado acuñada por el franquismo se dice que el jefe de Estado puede dictar leyes de alcance general sin consultas ni deliberación previa, si tiene poderes ejecutivos y legislativos y no está limitado (más que por la gracia de Dios), se trata de una dictadura. La defensa de la libertad de cátedra se ha utilizado para exculpar a la RAH de sus faltas de rigor, ¿de qué manera utiliza el historiador esta libertad? "Bueno, tu libertad de cátedra está limitada por la mía, que pone en cuestión lo que estás diciendo en calidad de historiador con pruebas para demostrar que lo que dices es falso. La biografía de Franco hecha por Luis Suárez no está amparada por la libertad de cátedra, porque esta ampara la libertad de investigación, de iniciativa, de interpretación, pero no es una patente de corso", especifica Moradiellos.
"Hay que excluir de la investigación histórica la providencia, el azar o las teorías conspirativas"
Reconoce que le ha sorprendido muchísimo la tendencia a la hagiografía del Diccionario, porque la historiografía había hecho un "largo trecho de solvencia, de distanciamiento, de amortiguación de las pasiones partidistas". "Todos tenemos nuestras opciones ideológicas, pero no hago de ellas una esclavitud. Claro, que la biografía de Franco la escriba un franquista confeso en un diccionario histórico es un gravísimo defecto". Y señala otros, como el de incluir personajes vivos,porque "los personajes son históricos a su muerte, porque la Historia es retrospectiva". Así que están fuera de lugar las referencias a Carrillo, Aznar o Felipe González. "Es un sinsentido, tan grave como el de no revisar lo que los historiadores hacen. Hay que homogeneizar tono y extensión. No puede ser que Azaña aparezca con cuatro columnas como las de cualquier capitán menor. Este Diccionario denota una enorme laxitud logística, que pone en cuestión la dirección general de este proyecto. Deberían pedirse responsabilidades por haber montado una obra contaminada", reclama.
El relato sin ficción
En la reunión de esos indicios revisables, el pasado se constituye en relato. Por eso la Historia "no puede inventar las pruebas", por eso Moradiellos no ha incluido ninguna novela entre sus fuentes históricas. Habla de El gatopardo, de Lampedusa, como una excelente ejemplo si lo que queremos es una ilustración de ambiente del proceso histórico del desmantelamiento del antiguo régimen y la implantación de la sociedad liberal, pero prefiere "la documentación directa, porque la novela sustituye a la realidad".
Le preocupa que la ficción ocupe lugar en la Historia, porque tiene malas experiencias. Cuando fue profesor en la Universidad de Londres, muchos de sus compañeros sabían de la Guerra Civil española por la novela de George Orwell, Homenaje a Catalunya (1938), "y pensaban que el conflicto fue entre comunistas y anarquistas por el control de la revolución, algo delirante". Tenían una visión tan sesgada del conflicto que cuando les contó que fue una guerra motivada por la sublevación del Ejército fascista "no lo podían creer".
"Sí, la Historia es un saber fragmentario, revisable, y la presencia del historiador siempre está en el texto, y no es un notario, es un intérprete. La literatura abre y cierra los campos de explicación, pero la Historia no puede volar más allá de las pruebas con la introspección. Nunca tendrá la fuerza evocativa, pero si será superior en veracidad. La Historia no puede inventar, sin pruebas no hay historiador". Moradiellos dicta para los historiadores que no estuvieron en clase el día de ética del oficio.
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