Poeta Julio Medina Gimenes

Poeta Julio Medina Gimenes
s no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal.Juan Gelman

martes, 19 de julio de 2011

IDEAS- La vida política de un mito El historiador italiano publicó en la Argentina una nueva biografía sobre Eva Perón. Alejado de cualquier lirismo, Zanatta sostiene que con ella, el peronismo entró en la modernidad social pero se saltó por encima de la modernidad política.

¿Por qué y para qué una nueva biografía de Eva Perón? Esa misma pregunta se planteó el historiador italiano Loris Zanatta antes de sumergirse en el que hasta ahora es su último libro, Eva Perón. Una biografía política (Sudamericana). Evidentemente, había encontrado algo nuevo para decir, amparado en nuevas fuentes y en un corrimiento teórico como guía para su investigación. La recopilación de esos datos nació hace 20 años cuando el autor hurgaba en archivos diplomáticos en pro de otros libros. Entonces comenzó a reunir información inédita sin saber que su obra desembocaría en la simbólica figura de Eva. Estudiaba por entonces las religiones como fenómeno político y se nutría también de los oscuros archivos eclesiásticos argentinos. Formado en la tradición filosófica del liberalismo, autor junto a Roberto Distefano de una Historia de la Iglesia argentina, Zanatta se define como un estudioso de los populismos, a los que considera fenómenos políticos antiguos y con tendencias totalitarias. Una posición que va a contramano de la que lidera, entre otros, el argentino Ernesto Laclau, para quien los populismos de América latina son los que garantizan la democracia. Enfocado en esa y otras polémicas, Zanatta publicó el libro sobre Eva hace dos años en italiano, y lo presentó hace unos meses en Buenos Aires. "Me voy con la sensación de que mi biografía es más actual de lo que había pensado", dijo Zanatta, antes de partir rumbo a Italia, empapado del clima político que vive nuestro país. Hace 23 años que viene a la Argentia, por lo que reconoce que su libro puede resultar desafiante. "Me llama la atención la reivindicación de la figura de Eva sin tomar una distancia histórica, la exaltación de esa continuidad entre aquellas figuras y las de hoy", dispara el autor. Y avisa que trabaja en un nuevo texto, una historia sobre las relaciones internacionales del peronismo que promete ser tan polémico como éste.

-Eligió escribir una biografía política de Eva Perón, un recorte de apenas 10 años de su vida, empezando con su muerte, con el origen del mito. ¿Qué advierte desde esa perspectiva?

-De mi investigación sale a flote una imagen de Eva Perón mucho más influyente y poderosa que la surgida de cualquier biografía escrita hasta ahora. Intuía ese peso político, y por eso busqué salirme de esa imagen vinculada a la acción social. Fue sorprendente concluir que la figura de Eva Perón logró dentro del régimen una enorme cuota de poder. Desde el comienzo, creando una clase dirigente dentro del peronismo que debía su ascenso a ella. Un peronismo de Eva. La investigación va al núcleo de ese poder.

-Y desde ese núcleo, plantea una competencia con Perón... Jauretche habla de la unión de dos pasiones, pero otros sugieren que Perón, sin Evita, hubiera sido un caudillo más...

-La relación política entre Perón y Eva tuvo un fin común, la búsqueda del monopolio del poder para el peronismo. Una visión totalitaria del mundo y de la Argentina. Ellos creían que el peronismo tenía el derecho a representar como ideología nacional todo el abanico político. Pero después hay un terreno de competencias. Perón tiene una idea de la comunidad organizada como un corporativismo bastante tradicional, donde todos los cuerpos sociales, fuerzas armadas, iglesia, empresarios, trabajadores, se equilibran entre sí. Al comienzo hay que hacer subir a los trabajadores, porque están postergados, pero después hay que reequilibrar las fuerzas. Y en ese sentido, Perón hubiera sido un caudillo, con un poder autoritario muy fuerte pero corporativista, a lo Salazar o a lo Franco. Eva, aunque comparte esta idea general, es mucho más radical e igualitaria. Su idea de pueblo, que no es teórica ni intelectual sino de sentido común, se basa en un igualitarismo. Pero ese igualitarismo significa que los ciudadanos que no encajaran en esa identidad peronista son sacrificados por el conjunto. Así ocupa espacios del imaginario revolucionario, con una idea de regeneración social fundamental para todo régimen populista.

-Según el libro, Perón queda prisionero del rol de Eva...

-Ella le da a sus sectores un peso que desequilibra el organismo, principalmente al sindicalismo. Eso es lo que deja prisionero a Perón. Pero ella también queda prisionera de su propio rol. El funcionamiento del régimen se daba a través de sistemas clientelares de obediencia a Eva Perón, y eso significa que el sindicalismo la utiliza como un ascensor social, para ocupar poder en la galaxia peronista. Eso se ve en 1951, durante la huelga de los ferroviarios Eva pierde poder y es porque no tiene más recursos para distribuir.

-Cuando habla de los logros y desaciertos de Eva, reconoce los avances en el campo social pero siempre lo relativiza...

-Nadie puede negar los avances sociales del peronismo. Otros partidos o movimientos no lo vieron. Pero también digo, a través de la metáfora del tren que pasaba, que el momento de la modernización social en la Argentina ya había llegado al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Tanto es así que las plataformas políticas de los partidos de oposición, también preveían políticas sociales. La legislación social no fue un invento de Eva Perón. En esa época, trabajadores de muchos otros países también obtenían derechos sociales. Eva fue muy astuta al subirse en ese tren.

-Hay un balance permanente entre su ambición de poder y sus convicciones igualitarias, pero la clave del libro está en el cómo se hizo, en esa categoría de primitivismo político.

-El problema fue que le faltó recorrer un camino institucional que legitimara sus acciones. Muchas de sus conquistas resultaban ilegítimas a los ojos de los argentinos que no compartían su visión del mundo, y no permitían que su obra se volviera estable. Ese es el primitivismo político.

-¿A qué adjudica ese primitivismo político, a qué responde?

-No apeló a los derechos universales ni a las instituciones que los garantizaran. Apeló al estado patrimonial, al uso ideológico de recursos que pertenecían a todos los ciudadanos argentinos. Hablo de primitivismo político no sólo como una valoración, sino observando que en el plano de la modernización social, mientras se producían esos avances, Perón no creó las instituciones políticas legítimas y democráticas para hacer que este avance en el campo social se estabilizara y apareciera como legítimo a los ojos de todos los argentinos.

-Usted se refiere a esto con dos términos contundentes: caos y corto plazo.

-Claro, ese es un tipo de liderazgo político ligado a la noción de tiempo, con la idea de que el tiempo se puede manipular. Y que se puede avanzar en un proceso de modernización social de manera muy rápida, forzando las cosas. Manipulando las leyes de la economía, anteponiendo una idea a todos los engranajes de la vida colectiva. Pero luego llega el momento de rendir cuentas. Se había apostado a una tercera Guerra Mundial que no estalló, y se vio pronto que hubo un derroche excesivo, políticas que tuvieron su precio.

-El cura Hernán Benítez decía que ella encarnaba el comunismo de derecha, otros que fue el mejor antídoto contra el comunismo, ¿por qué el socialismo y el comunismo relegan su base popular frente al peronismo?

-Lo que sucedió con el peronismo y la clase obrera es equiparable a otros movimientos populistas del continente. El PRI en México, o Vargas en Brasil ocuparon ese lugar sobre los partidos de tradición marxista. El hecho es que los partidos de tradición marxista eran esencialmente internacionalistas, y ese marxismo, pese a todo, provenía de la tradición iluminista. En cambio el peronismo es nacionalista. Y tiene en su imaginario social la recomposición de la homogeneidad del pueblo. Cuando Benítez lo califica como el comunismo de derecha quiere decir estrictamente eso. Es un comunismo entendido como herejía cristiana, creado en el pueblo alrededor de valores religiosos. El peronismo logró una integración social, una identificación con el partido y una base popular muy fuerte privilegiando la homogeneidad, la superposición entre el poder político y el religioso, tanto es así que se transforma en una religión política. La otra cara es la intolerancia hacia el pluralismo.

-En su relación con las clases populares, ¿qué elementos de continuidad encuentra entre aquel peronismo y este que encarna el kirchnerismo?

-Hay elementos de continuidad en la cultura política. Y en la visión de su propio movimiento como un movimiento hegemónico, que tiene la tendencia a representar lo que ellos llaman el pueblo. La continuidad se verifica también en la intolerancia frente al pluralismo en ver a los adversarios como enemigos. Pero no lo exacerbaría, porque pasaron 60 años y los contextos son muy diferentes. Pero no ha tomado una distancia crítica del pasado.

-¿Por qué los vaivenes en relación con la Iglesia Católica?

-Con el fascismo, con los populismos, incluso con el bolchevismo, muchos filósofos católicos vieron un fenómeno religioso. Y no estaban equivocados. Era la idea de construir el hombre nuevo, una nueva fidelización. El peronismo en sus orígenes tuvo una importantísima influencia del clero.

-Esta ideología que usted define como democracia orgánica corporativista con base social en la Iglesia tuvo una ruptura, la Iglesia ya no pesaba en el segundo gobierno peronista...

-Yo creo que el problema es el mismo que la Iglesia ha tenido con todos los regímenes totalitarios. La Iglesia quería que el peronismo fuese un vehículo de catolización de la sociedad. Durante mucho tiempo el peronismo lo fue y entre ellos hubo una relación de cooperación. Al mismo tiempo, el peronismo quería que la Iglesia se peronizara. Ahí viene el choque, porque la Iglesia no puede limitarse a un regimen político. Ese mismo conflicto vivieron Mussolini y Pío XI, o la última etapa del franquismo. No hay espacio para dos religiones que pretendan ser universales en el mismo lugar y en el mismo tiempo. El alejamiento viene de ahí, y no tanto del anticlericalismo.

-El libro rescata los avances sociales de Eva, pero los liga al término propaganda, ¿no es exagerada esa asociación?

-Yo no digo todo el tiempo que la acción social es propaganda, porque sin duda produjo redistribución de la riqueza. Aunque también podemos decir que si el peronismo tenía una política de redistribución de la riqueza y existía una riqueza para distribuir, ¿por qué crear un estado dentro del estado, como fue la acción social de Eva Perón? Ella recibía fondos públicos, ¿por qué distribuirlos en su nombre y no a través de canales institucionales más transparentes? La política de acción social se hacía por fuera del estado pero con los fondos públicos, que pertenecen también a los antiperonistas. Y se utilizaban para fabricar el consenso y acrecentar el poder de Eva. Allí la acción social era usada como propaganda, y Eva Perón era consciente de esto. Cada vez que entregaba algo llamaba a la prensa.

-¿Por qué sería criticable que un gobierno reivindique a través de la propaganda algo como la Asignación Universal por Hijo, por ejemplo, una medida que se vuelve indiscutible y da resultados inmediatos?

-Hoy todo es muy diferente, la Argentina no tiene aquella riqueza para distribuir. Pero si se usa la riqueza pública para crear ciudadanía, derechos universales, es una cosa, se están creando instituciones que perdurarán en el tiempo. Si en cambio se usa la riqueza pública para premiar a los amigos, golpear a los enemigos, atraer votos, estaríamos frente a una política de estado patrimonial que no va a perdurar en el tiempo. Pero no puedo decir que esto sea así ahora, habrá que esperar.

-El bien que se hace mal puede resultar nocivo dijo Diderot, y usted lo toma como uno de los fundamentos para pintar la figura de Eva, ¿es esa una de las conclusiones del libro?

-Entre otras. La imagen de Eva es la de una mujer que hace el bien. Y yo explico que en el caso de haber sido un bien, ese bien fue hecho mal. Se hizo con instrumentos poco democráticos y en nombre de un proyecto totalitario. En nombre del monopolio del poder. Eso generó una escalada de conflictos y odios recíprocos que imposibilitaron la construcción de una arena pública neutral, un estado moderno, entre los diferentes sectores del país. El drama argentino, que termina con la última dictadura, de la cual son responsables los militares por supuesto, que cometieron infinidad de barbaridades, atrocidades, no es una historia que comienza el 24 de marzo de 1976. Tuvo una larga incubación, y en esa historia Eva Perón tuvo mucho que ver.

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