Siempre en el suelo
una sombra
una alegria
y un mar
que nadie
sabe si espera
y una primavera
que deshoja clavos
una calle de vientos
que entran en mi cama
un jueves cobarde
de campanas desoladas
un vientre caluroso
sin Buenos Aires
en la espalda
un caballo de hierro
que me mira sin ropas
que le sienten como un mito
un empate inocente de naipes
que sostiene el placer
del lienzo que me tapara
cuando la fosa me venga a recoger
en esta oscuridad de pasado incesante.
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