Hacia el fin de la Edad Media, alrededor del año 1304, en las cercanías de una ciudad italiana que se debatía en luchas sangrientas entre los partidarios de la república popular y los del gobierno aristocrático, un poeta recientemente exiliado reflexiona acerca de cuál es el mejor orden político y qué función tiene la poesía en la vida ciudadana. Este hombre tiene cerca de 40 años; ha dedicado su vida a la política y a la poesía; ahora, exiliado, ha caído en la miseria, y quiere comprender qué le ha sucedido a él y a su ciudad, cuál es el origen de la violencia que él mismo ha padecido. Entonces comienza a escribir un libro de filosofía.
La ciudad es Florencia; el poeta exiliado, Dante Alighieri; y el libro que escribe se llama Convivio , que tanto en italiano cuanto en castellano significa “banquete”. El Convivio, que acaba de ser reeditado por Colihue, es una obra enciclopédica en la que Dante explica el verdadero sentido de algunos de sus propios poemas. Esto implica una cierta novedad pues, por lo general, los filósofos se dedicaban a comentar algún libro de la Biblia o de Aristóteles; aquí, Dante se vuelve comentador de sí mismo. Por eso este libro tiene un fuerte contenido autobiográfico.
El Convivio presenta también otra novedad: está escrito en italiano. En aquella época, los libros de filosofía, literatura, teología e incluso los documentos oficiales de los reinos se escribían en latín. El latín era la lengua oficial, la lengua de la Iglesia, de los reinos y de las élites intelectuales europeas. Si Dante hubiese escrito el Convivio en latín, cualquier europeo culto podría haberlo leído, y esto es lo que no quiere. Dante quiere que el Convivio sea leído por sus compatriotas, muchos de los cuales, humildes o demasiado ocupados en sus trabajos, no saben latín, no han tenido tiempo y dinero para estudiarlo. Dante quiere que los lectores de su libro de filosofía sean también capaces de comprender la belleza de sus poemas, y para eso no es necesario saber esa lengua culta, el latín, sino esa otra lengua, humilde, popular, que en 1300 casi no tiene tradición literaria, esa lengua en la cual cuchichean las señoras en el mercado y cantan los vendedores ambulantes; una lengua muy joven: el italiano.
Escribir un tratado de filosofía en esta lengua es un gesto muy arriesgado: ¿quién lo va a leer? Nadie ha escrito aún filosofía en italiano. Pero Dante está golpeado por el exilio. Quiere que aquellos hombres que ya conocen sus poemas, conozcan también los motivos que lo condujeron al exilio, sus opiniones filosóficas y sus proyectos políticos. Quiere escribir un manifiesto. Ese manifiesto es el Convivio : un libro a la vez poético, filosófico y político. Un libro que explica, sobre todo, que para que surja un orden político más pleno tiene que haber un cambio radical en el lenguaje.
La poesía está más vinculada a la política de lo que puede creerse. A tal punto esto es así que según Dante el poeta es el fundador del orden político. En la antigüedad, los hombres vivían como bestias, aislados entre sí, sin poder comunicarse, pues carecían de lenguaje común. Estos hombres primitivos eran brutales, su vida estaba signada por la violencia. Así vivió la humanidad hasta que un “hombre sabio”, “con el instrumento de su voz”, es decir, con sus canciones, logró convencer a los demás de llevar una vida civilizada, entregada a la ciencia y al arte. Esta es la interpretación alegórica que Dante hace del mito de Orfeo, aquel poeta que “amansaba con la cítara a las fieras, y hacía que los árboles y las piedras se moviesen hasta él”. Del mismo modo, dice Dante, el poeta hace que los hombres que no llevan una vida acorde a lo mejor que hay en el ser humano, el intelecto, se acerquen a la razón.
Belleza y verdad
Dante cree que en los orígenes de la civilización ha estado el poeta porque la poesía convence a través de la belleza. Pero lo que realmente vale de la poesía no es su belleza, esa suerte de maquillaje, sino lo que Dante llama “su bondad”, es decir, lo que la poesía significa, el mensaje, el sentido. Gracias a la música de sus palabras, el poeta logró que esos hombres primitivos saliesen del estado bestial y comenzasen a llevar una vida política: pero eso no lo logró la música de las palabras, sino el sentido oculto entre esos ritmos y esas rimas.
Mediante su interpretación del mito de Orfeo Dante resuelve uno de los problemas centrales de la filosofía, que consiste en explicar el origen del orden político. Este problema lo encontramos todavía en Hobbes, Locke, Rousseau: ¿cómo es posible que los hombres primitivos, que viven en esa situación de violencia e ignorancia que es el “estado de naturaleza”, lleguen a ser lo suficientemente inteligentes y “civilizados” como para hacer un pacto de no agresión, es decir, establecer un “contrato social”? La paradoja es la siguiente: si los hombres fuesen completamente irracionales, egoístas y salvajes, de ningún modo podrían pactar; si fuesen lo suficientemente racionales y civilizados como para pactar, este pacto sería innecesario: la sola razón los guiaría a vivir en armonía.
Esta es la paradoja del contrato social, que Dante resuelve proponiendo la poesía –actividad que apela a la vez al sentimiento y a la racionalidad– como un puente entre la irracionalidad del estado salvaje y la racionalidad que supone el contrato. La poesía hace que esos hombres que son irracionales comprendan, gracias a la belleza de sus sonidos y la plasticidad de sus imágenes, las ventajas de la vida civil o política. Pero aunque tenga una forma sentimental y sensitiva, el mensaje de la poesía es profundamente racional. Por eso, según Dante, el fundador del orden político no es un héroe, ni un filósofo, sino un poeta: Orfeo.
Dante cree que la poesía todavía no ha completado su función civilizadora. La humanidad no vive aún en un buen orden político. La violencia política que sufre Italia, esa violencia que él mismo padece, ahora que está condenado a ser quemado vivo si regresa a Florencia, atestigua que los hombres todavía no han alcanzado la plena civilización. Los hombres viven en un nuevo tipo de barbarie, signada por la avaricia de los poderosos (el papado y la nobleza feudal) y la codicia de todos. Aquí es donde aparece el Convivio como una pieza central en el proyecto político de Dante. Al igual que Orfeo, Dante es un poeta-filósofo, sus canciones tienen un contenido a la vez poético, filosófico y político, y se dirigen al corazón de esos hombres que viven en aquella Italia signada por la violencia.
Dante dice: yo no me siento en la mesa de la sabiduría, donde comen los teólogos y los filósofos profesionales; yo recojo los restos de esa mesa, y con esas migajas ofrezco este humilde banquete; porque “conozco la mísera vida” de esos hombres de pueblo, esa vida que he dejado atrás y que no olvido. Y por eso escribo este Convivio , para compartir con ellos esos conocimientos que un orden político injusto les ha vedado.
La efectividad de la poesía reside en que en ella la racionalidad se expresa a través de la belleza. Belleza y verdad se identifican, según Dante, en el poema. Y aquellos que son incapaces de comprender la verdad pueden, por lo menos, acceder a ella a través de la belleza sensible del poema. Esto sugiere Dante en una de las canciones comentadas en el Convivio : “Canción, yo creo que serán pocos /los que tu significado bien entiendan, /tan dura y fatigosamente lo expresas. /Así, si por ventura sucede /que vayas delante de personas /que creas que no lo han entendido bien, /te pido que te reconfortes /diciéndoles, oh mi dilecta canción nueva: ‘¡Parad mientes al menos en cómo soy bella!’”. Por todas estas características, el Convivio es una de las primeras obras de divulgación. Querer divulgar el saber (llevar el conocimiento al vulgo, hacerlo popular) es un gesto político profundamente democrático. Luego del Convivio Dante cambiaría de opiniones y de partido. Pero nos ha quedado este “banquete popular”, testimonio temprano de las primeras luchas de la burguesía ciudadana contra la nobleza terrateniente, invitación a que todos accedamos al conocimiento, o nos sentemos, aunque más no sea, a los pies de la mesa de la sabiduría.
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