El tango, que anduvo tan de pronóstico reservado hasta mediados de los años '80, un buen día logró sacudirse la modorra y salió a reconquistar el terreno perdido. Varias razones se conjugaron para que aquello pudiera suceder; la menos mentada -y sin duda una de las más importantes- está relacionada con la docencia. En aquellos años aterrizó en las milongas porteñas de un grupo de jóvenes que casi sin darse cuenta modernizó las herramientas pedagógicas con que contaba el tango, revolucionando para siempre su enseñanza.
Graciela González, bailarina y docente, formó parte de aquella avanzada. Sobre lo que ha vivido en sus 23 años con el tango nos dice: "Los que integramos la generación que empezó a bailar en los 80 - los que hoy tenemos entre 40 y 55 años- transformamos el modo de transmitir. Veníamos de la docencia, de la universidad o de otras formas de enseñar la danza... Lo que había antes era la copia de la forma: el maestro te mostraba una figura y vos tenías que copiarla. Se trabajaba por acierto y error. Los maestros milongueros ponían el foco en las piernas y en la forma; nosotros incorporamos el funcionamiento y la sensación corporal." Aquellos jóvenes que comenzaron a bailar el tango en los años 80 tomaban clases con los pocos maestros que se aventuraban a dar lecciones: allí pasaban largas horas tratando de caminar con elegancia, obtener una buena postura y memorizar las interminables secuencias de pasos y figuras. Por las noches, después de las clases, se juntaban a tratar de entender y decodificar la intrincada ingeniería de movimientos que permite que el baile suceda. Estudiando las sensaciones que iban experimentando, probando alternativas y encontrando los sustentos técnicos que sostenían la complejidad del baile poco a poco fueron ordenando un saber que hasta aquel momento era intuitivo y asistemático. Convertidos luego en profesores, las distintas herramientas pedagógicas que habían desarrollado fueron puestas al alcance de las posteriores generaciones de bailarines. "De alguna forma le facilitamos la vida a los nuevos alumnos –opina Graciela-, los procesos fueron más rápidos y los movimientos difíciles se volvieron más fáciles. En definitiva, se acortaron los tiempos: en un año nuestros alumnos estaban haciendo lo que a nosotros nos había llevado cinco."
Mientras la nueva didáctica comenzaba a circular y el tango volvía a florecer aparecieron en escena dos actores inesperados: la cámara de video e internet. En efecto, por aquellos años la videograbación dejó de ser el privilegio de unos pocos y se volvió algo cotidiano; como consecuencia, la posibilidad de capturar imágenes, estudiarlas, rebobinarlas y volver a verlas amplió enormemente los horizontes y las posibilidades de trabajo. La irrupción casi simultánea de internet en la vida diaria permitió la propagación de la información, el intercambio (muchas veces la piratería) y el tránsito incesante de los conocimientos. Es decir que a las razones que promovieron un genuino interés en el tango se le sumaron circunstancias excepcionales que permitieron que ese interés cristalizara en un importante fenómeno social y cultural. Dice González: "Cuando vino el boom las herramientas ya se estaban generando. De alguna manera coincidieron tres factores: las nuevas herramientas pedagógicas, las modernas tecnologías de difusión, (videos, internet, dvd, etc...) y el renovado interés por el tango. Creo que tanto las nuevas herramientas como la tecnología fueron determinantes para que el boom haya tenido la envergadura que tuvo."
El tango es hoy una manifestación cultural que trasciende largamente las fronteras argentinas; un fenómeno que no deja de crecer y que tiene presencia en casi todos los rincones del planeta. Milongueros de todo el mundo llegan a Buenos Aires para tomar clases y disfrutar de las milongas. Bailarines y maestros viajan constantemente al exterior para divulgar el arte tanguero. Aquí y allá surgen nuevas orquestas, shows, festivales y parejas de baile. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde aquellos lejanos tiempos en los que el tango era una expresión mínima, desesperada y muchas veces caricaturesca. El paso del tiempo permite repasar la historia y observar el largo camino andado. "Yo fui a enseñar a Europa por primera vez en el 95–dice González-; en aquel momento, tanto en el exterior como acá, había que estructurar a la gente porque realmente había muy poca información, nadie sabía bien qué era el tango. En este momento, a la gente que recibo en mis clases tengo que sacarles la información que tienen de más y mandarlos a algo más simple. Cuando yo aprendí nos decían "abrazame, cerrá la boca, cerrá los ojos y seguime"; a eso estoy tratando de volver, a lograr que el cuerpo responda lo más naturalmente posible. "
El análisis no excluye la nostalgia: "En este momento de mi carrera rescato especialmente lo que hicimos con los maestros milongueros; me da la sensación de que aquello tiene un gran valor. El haber pagado derecho de piso, el ganarse el derecho a hacer un paso hace que uno le de más valor a las cosas."
Y el corazón y el cálculo y la brújula, fracasando los tres. No hay quien te acierte. No verte.Gerardo Diego
Poeta Julio Medina Gimenes
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