Revista Ñ.
El 14 de julio de 1977 un grupo de 25 mendigos que deambulaba por los parques de San Miguel de Tucumán fue capturado por la policía provincial, para subirlos después a un camión del Ejército y abandonarlos, en la madrugada helada y de a puñados, en territorio de Catamarca. Eran épocas de Antonio Bussi y el destierro de los mendigos –como se llamó al episodio– alcanzó estatuto de leyenda a raíz de sus personajes: el Loco Vera, Pachequito o el Loco Perón, entre ellos, eran tan famosos que tuvieron su necrológica en los diarios locales. Pero ante las atrocidades de la represión ilegal, el episodio quedaría olvidado al relato de unos pocos. Uno de ellos, que antes de partir al exilio solía regalarles la ropa que ya no usaba, era Tomás Eloy Martínez, el escritor tucumano que en sucesivos artículos periodísticos y pasajes de sus novelas –cada vez que tenía oportunidad– retomaba esta historia mínima.
El 14 de julio de 1977 un grupo de 25 mendigos que deambulaba por los parques de San Miguel de Tucumán fue capturado por la policía provincial, para subirlos después a un camión del Ejército y abandonarlos, en la madrugada helada y de a puñados, en territorio de Catamarca. Eran épocas de Antonio Bussi y el destierro de los mendigos –como se llamó al episodio– alcanzó estatuto de leyenda a raíz de sus personajes: el Loco Vera, Pachequito o el Loco Perón, entre ellos, eran tan famosos que tuvieron su necrológica en los diarios locales. Pero ante las atrocidades de la represión ilegal, el episodio quedaría olvidado al relato de unos pocos. Uno de ellos, que antes de partir al exilio solía regalarles la ropa que ya no usaba, era Tomás Eloy Martínez, el escritor tucumano que en sucesivos artículos periodísticos y pasajes de sus novelas –cada vez que tenía oportunidad– retomaba esta historia mínima.
Todo hubiera seguido así si no fuera porque en 2004, a raíz de un nuevo artículo de Tomás Eloy Martínez en La Nación, Bussi decidió demandarlo por haberlo llamado ”tiranuelo de Tucumán”. Antonio Bussi todavía no había sido condenado por delitos de lesa humanidad. “Hasta que una persona no es condenada en firme, tiene derecho a que su honor sea respetado”, confirma Pablo Calvo, periodista editor del equipo de investigación de Clarín, que pasó los últimos siete años investigando el episodio de los mendigos y ahora lo publica en Los mendigos y el tirano. La emboscada a los vagabundos de Tucumán(Aguilar), una crónica detallada y con testimonios inéditos sobre la época de la dictadura en la provincia que tiene el triste privilegio de haber albergado el primer centro clandestino de detención, la escuelita Faimallá.
La demanda de Bussi planteó el escenario: sus hijos pusieron su foja militar como prueba; a lo que los abogados de Martínez respondieron con el cv de una carrera impecable. Ambos se transformaron para Calvo en personajes antagonistas de esta historia. “Lo planteo como el duelo eterno entre la pluma y la espada. Tomás Eloy Martínez y Bussi se enfrentan un en expediente judicial pero en realidad se enfrentan dos visiones de la vida: la democrática y la que toma por asalto el poder”, define el periodista, que recorrió cuatro veces la ruta del azúcar donde los mendigos había sido abandonados “como una especie de siembra humana, para que no se pudieran reagrupar y pedir ayuda juntos”.
-Es curioso, pero a partir de su demanda queda en evidencia lo que el mismo Bussi había silenciado: el episodio de los mendigos.
-Sí, por primera vez Bussi tuvo que hablar ante un juez de la expulsión de los mendigos. En la demanda dice: “yo nunca di la orden, no hay nada escrito”. Pero en ese momento las órdenes eran verbales y clandestinas –lo dijo la Cámara Federal en el Juicio a las Juntas Militares. Entonces, para demostrar que no había dado la orden, tiene que dar sus propias explicaciones. Dice textual: “estas personas alteraban el orden con sus cacharros, sus muñones y su mugre, golpeando tachos, molestaban a las mujeres. Y en un momento un policía en un exceso de celo actuó y los limpió. Está bien –dice– esto es una aberración pero no es un delito”. Pero si no es un delito hacer una razzia, meter a gente indefensa en un calabozo, no darle posibilidad de defensa ni avisarle a nadie del procedimiento, llevarlos en un camión militar en un viaje de cinco horas y tirarlos en otra provincia no es delito… Eso se supo recién en 2004, porque Bussi tiene que hablar.
-Otra curiosidad surge a partir de los testigos que presenta Bussi.
-Uno de sus testigos, Héctor Mario Schwab, dice prácticamente que Bussi es un padre de las personas lisiadas y resulta que hoy este hombre está prófugo y perseguido por la Justicia por la desaparición de alguien que cuidaba los jardines de Tucumán, su dependencia. Todos estos datos son nuevos.
-En su momento, la de lo mendigos fue una denuncia que no tomó la Conadep ni investigó la comisión bicameral de DDHH de la provincia…
-Sí, hasta el día de hoy. Pasaron 33 años de ese episodio y nadie le dio bolilla.
-¿A qué cree que se debe?
-Evidentemente, el horror de la represión ilegal y la matanza fue mucho más grave. Sin embargo, este episodio es emblemático en cuanto a la brutalidad: muestra el absoluto desprecio que tenía la dictadura militar –y en particular la que gobernaba Tucumán– por los seres humanos.
-A partir de este hecho, el libro cuenta la historia reciente como una transición de la dictadura hacia la democracia en que Bussi fue electo y personaje del año de la revista Gente.
-El enfrentamiento de Tomás Eloy Martínez y Bussi es desde que nacen hasta que mueren. Mientras uno escuchaba a Los Beatles y escribía, el otro empezaba el Colegio Militar; mientras uno parte al exilio, el otro se hace fuerte como oficial del Ejército. Cuando Tomás Eloy Martínez regresa con la democracia, Bussi logra votos en la compleja sociedad tucumana, por el apoyo de nostálgicos de la mano dura o quizás los que no conocían su accionar. (Hoy mismo se informó que en uno de los arsenales de Tucumán donde funcionó un centro clandestino de detención se encontraron restos humanos). Consigue esos votos y gana ocho elecciones: como diputado, constituyente, gobernador, intendente. Pero finalmente es investigado por causas de derechos humanos y nunca puede asumir, al igual que los diputados lo rechazan por inhabilidad moral.
-En estos años los detalles se multiplican. ¿Qué rol tienen los juicios por un lado y este tipo de investigaciones?
-Cubrí parte del juicio por la ESMA, visité el lugar y presencié por televisión el juicio en el que Bussi aparecía con la manguerita de oxígeno y lo que no se logra es el arrepentimiento de todos estos personajes. Porque si bien creo que las verdades rompen todas las murallas, entre ellos mantienen un pacto de silencio –que es un pacto de sangre– que se generó porque la mayoría participó. Sí aparece Videla y dice “yo soy responsable político de esto” pero no se arrepienten y sobre todo no dan las claves para encontrar a los desaparecidos.
–En el libro publica fragmentos del expediente donde hubo que tomar testimonios porque cierta información no estaba disponible. ¿Qué importancia tiene que se hagan públicos los archivos de la dictadura?
–Sería muy valioso que desclasifiquen masivamente estos documentos para que muchos investigadores puedan encontrar piezas de nuevos rompecabezas. Pedí un acceso a la información a expedientes de Bussi, de Zimmerman que era jefe de policía –que murió hace un año y es el culpable según Bussi de este procedimiento del destierro–, quise ver si en esa foja estaba efectivamente la sanción por el destierro, cosa que había dicho Bussi en su coartada, nada me dieron. No hay un expediente ni siquiera en la Secretaría de Derechos Humanos: cuando pedí información, la respuesta oficial, con membrete, legajo y sello, fue una fotocopia del artículo de Tomás Eloy Martínez de La Nación.
-¿Todavía se podría hacer?
-En el libro aparece un elemento nuevo, un muerto. Bussi dijo: “está bien, los llevaron pero finalmente los traje de vuelta, los atendí y nadie murió”. Bueno, en el libro aparece un muerto y es muy probable que haya estado en esa redada. Fueron 25, volvieron 24. Hay uno que quedó, y quizás sea –según una denuncia que se hizo en Tucumán y que tampoco se investigó– un granadero que trabajó en la época de Evita y Perón. Todo esto lo pregunté oficialmente: ¿es Luis Nicolás Ferreyra el hombre, coincide con el desterrado y desaparecido? No hubo respuesta, no me contestaron, dicen que es información personal.
-Una de las hipótesis del libro es que la demanda de Bussi fue contra Tomás Eloy Martínez y no contra otros periodistas porque los hijos de Bussi, los impulsores, entendían que tenía cierto patrimonio…
-En 2004, cuando se inicia la demanda, Tomás Eloy Martínez ya era un escritor premiado, traducido…Era una persona sumamente famosa, que se suponía que tenía para responder a esta demanda y Luis José Bussi dice: “el honor de mi papá vale 100 mil pesos”. Pero también porque es tucumano, es su contracara y uno de sus principales detractores: si bien hay muchos periodistas que escriben sobre el tema: Osvaldo Bayer, Verbitsky, Luis Grunstein, pero para Tomás Eloy Martínez es como una obsesión, y es en esa condición de duelista permanente donde Bussi le apunta.
-En el libro hay una declaración de Bussi que define los desaparecidos como una figura psicológica…
-Dice que es “un arbitrio de la subversión para disimular sus bajas en combate”. Eso lo dijo en 2008, en el juicio por la desaparición del senador Vargas Ainaze. Por eso fue condenado y la condena acaba de quedar firme, por lo que el próximo paso es la degradación. Bussi ya no será general de la Nación, como siempre enrostró.
-Ese tipo de declaraciones, más allá de lo absurdas que suenan, como todas las de los jefes militares encierran una psicología compleja. Convencido como dice, ¿podría la palabra tirano realmente haber ofendido a Bussi?
-Yo creo que eran plenamente conscientes de la brutalidad que ejercían. Una denuncia reciente dice que Bussi mataba a detenidos a garrotazos, sus denunciantes aseguran que mataba primero: daba el primer tiro para que los demás fueran sus cómplices. La palabra tirano fue una excusa. Pero el juez también se plantea esta pregunta e incluso hasta el título de este libro estuvo en juego hasta el fallo. Y tanto el juez como la Cámara que revisó ese fallo dicen: “tirano es alguien que ejerce el poder sin justicia, que lo hace de manera violenta y como usurpador del orden establecido”. Bueno, la palabra tirano le cabe perfectamente a Bussi. Y a partir de estos dos fallos judiciales, que son jurisprudencia, cualquier ciudadano puede llamar tirano a Bussi.
-En definitiva, fue una cuestión cronológica: si hubiera sido condenado antes por los delitos de lesa humanidad…
-Tomás Eloy Martínez no hubiera tenido tantos problemas, sí. Pero todavía estaban las investigaciones en curso y hasta que una persona no es condenada en firme, tiene derecho a que su honor sea respetado. Y cuando se publica algo tiene que estar actualizado: porque los diputados no lo dejaron ocupar su banca por inhabilidad moral, por todo su pasado, le cargaron todo lo que había hecho, incluso al destierro de los mendigos que Alfredo Bravo recordó. Pero después, hace muy poco, la Corte dijo que Bussi podría haber asumido como Diputado. El cronista tiene la obligación de presentar el estatus judicial de una persona de manera actualizada.
-Tomás Eloy Martínez no hubiera tenido tantos problemas, sí. Pero todavía estaban las investigaciones en curso y hasta que una persona no es condenada en firme, tiene derecho a que su honor sea respetado. Y cuando se publica algo tiene que estar actualizado: porque los diputados no lo dejaron ocupar su banca por inhabilidad moral, por todo su pasado, le cargaron todo lo que había hecho, incluso al destierro de los mendigos que Alfredo Bravo recordó. Pero después, hace muy poco, la Corte dijo que Bussi podría haber asumido como Diputado. El cronista tiene la obligación de presentar el estatus judicial de una persona de manera actualizada.
-Una inexactitud de Tomás Eloy Martínez –cuando dijo que la razón del destierro era una inminente visita de Videla a Tucumán y se probó que no era así– pone en juego la incorporación de elementos de ficción en la crónica…
-Yo creo que a Tomás Eloy Martínez lo salvó su estilo. En ese momento, él pudo acreditar que siempre escribió así, que combinaba elementos de leyenda con recortes del diario. En esa frontera delgada, hoy está en discusión Kapuscinski, pero hay miles de autores que pasan por esa frontera. Y Bussi se agarra de eso: “esto es una crónica periodística y lo que dice es inexacto”. Efectivamente Videla en esa fecha no iba a Tucumán. Eso también es algo que viene de la leyenda, de aquel 77, cuando se dijo había que dejar la ciudad limpia.
-Pero finalmente el juez pudo leer eso
-En los fallos está explícito que el autor es libre de escribir las cosas como quiere. Lo dice el juez y lo confirma la Cámara de apelaciones: esto es una reconstrucción histórica que tiene su valor en la perspectiva.
-Habiendo conocido en detalle este episodio, ¿qué podría repararlo?
-Que la historia esté a salvo. Porque así las cosas terminaba en una carilla. Acá hay algunas más, y como me gusta revolver los archivos de los diarios encontré algunos tesoros, como la cobertura de Roberto Vera, periodista de La Unión de Catamarca que con la censura en pleno vigor dijo: esto es un delito de lesa humanidad. Esto intenta ser rescatado acá. Y finalmente creo que Tomás Eloy Martínez no la pasó bien mientras Bussi le hizo el juicio. Un día –le confesó a un amigo– tuvo una pesadilla en que un juez lo condenaba a pagar por no haber demostrado que Bussi dio la orden y entonces tenía que pagar un peso. Estaba contento y amargado; contento porque el honor de Bussi no valía nada pero a su vez triste porque perdía el duelo entre la visión democrática de la vida y el que te impone un borceguí.
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