La segunda novela de Antonio Doñate,"Acceso al comportamiento" (Caballo de Troya), de la que usábamos ayer, consiste en una mirada a la soledad íntima de un joven sujeto que ha decidido no coger ninguno de los trenes que paran en su puerta y que trata de encontrar algún equilibrio existencial en una economía moral (y de la otra) de subsistencia.
Hay mucha juventud así. Vistos desde fuera, estos individuos parecen tocados por una silenciosa forma de tristeza o de impotencia social. Por dentro, hay más decisión y rechazo de los que uno imaginaría en estos destinos voluntariamente menguados.
Al relato de Doñate a ratos le falta algo de cuajo en la escritura, lo que no le falta en ningún momento es enfoque y ojo.
Sobre la pareja:
"Complicado apreciar cómo se distribuyen los grados de resignación. Distinguir qué tipo de parejas se conforma más. Y con menos. Pura balanza de contrapesos. Teoría y praxis, cálculo y arrebato, emotividad y pragmatismo. Inseguridad y dominio. Las hay sujetas a la convención; de larga duración y basadas en el pacto de la fidelidad y la convivencia. Las hay disfuncionales; abiertas a otras personas, o a distancia. Las primeras portarían la antorcha del amor, el verdadero. Y eso podría bastar para considerar la suya como una política de máximos: o todo o nada.
Mas ese todo se sustenta en un alud de renuncias, y a menudo no externas. Frecuentemente parece que la única argamasa lo suficientemente sólida -y flexible- para adherir una convivencia unívoca, autosuficiente es eso que se da en llamar cesiones, que van creciendo con los años, algo que apuntaría a una rebaja en el acuerdo de anhelos. De lo que se espera del otro.
Las otras, las heterodoxas, parten de unos presupuestos en teoría menos utópicos. Suelen responder a unas personas más experimentadas, que ya saben `cómo es todo´: la monogamia es un constructo, la convivencia armónica una ilusión. Blabla. Mas ese edificio `real´se levanta sobre determinado idealismo. El de que `hay algo mejor´, hay algo que nos conviene más, algo que se ajusta más a la personalidad, mutable y dual. Promiscua: sexual o simbólicamente. Dicho de otra forma, la decisión de no ceñirse a un tipo de emparejamientos establecido, a un estatuto reglado no implica la renuncia de máximos, más bien nos habla de la convicción de que esa excelencia sólo es alcanzable mediante trozos, de procedencia diversa. El otro que queremos no tiene cara; o sí, pero es un patchwork, un frankenstein.".
Sobre las redes sociales:
"Más novedades: los amigos. El término `amigos´ pasará a la historia como el hallazgo de Zuckerberg. Es casi el logotipo de facebook. La cosa trata de hacer amigos. No se esconde el concepto bajo ninguna fórmula, al revés, se exprime, se coloca delante. En los correos que genera el programa, en las solicitudes, los epígrafes son: Añadir amistad, Confirmar amistad, Añadir como amigo. Nosequién quiere ser tu amigo, Encontrar amigos. El grado de obscenidad es asombroso.
Si hablamos de contenido, el carácter de lo colgado adquiere una coloratura muchísimo menos literaria. En teoría, menor índice decreatividad. De los diarios de alcoba, poéticos, íntimos, confesionales, de alguna manera profundos, o cuando menos postales del interior se pasa a parrafitos que a menudo suponen un mero apunte, un `estoy aquí´ diario.Todo parece funcional, todo parece natural. Se acabó el pudor, y también la pretensión. Esto es natural, no va de nada, no hay megalomanía. La dimensión autoral se desvanece.
En teoría, colgar una foto tuya con un gin tonic, o en una mesa, alrededor de un churrasco de ternera, o incluso cabizbajo, en la penumbra de tu cuarto, supone, implica, menor intimidad que un post de medio folio sobre la primera novia, o la astenia primaveral, o las tribulaciones pormenorizadas del viaje a Croacia. Se supone que el gesto es menor. Que el exhibicionismo físico tiene un rango menor que el anímico. Hay que aceptar ese pacto. Hay que aceptar como una actitud natural que alguien mire a una cámara y esa cámara, ese visor, esa mirada individual acabe siendo múltiple, de libre acceso: internet. Hay que obviar el mecanismo, el artificio de esas miradas: a una persona, a miles, al vacío a la vez. Hay que olvidar lo profundamente extraño de todo eso, lo extravagante, lo medularmente perverso. Lo escandalosamente extraviado. No hay que intentar leer detrás de esas pupilas. No. No se oculta nada allí.".
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