"Yo cuento en mis novelas la mitad de la historia de la humanidad", afirma la escritora chilenaMarcela Serrano. Al abrir Diez mujeres (Alfaguara), su último libro tras un parón de tres años -recetado por el médico debido al estrés- aparecen los sentimientos que describía en su primer trabajo, Nosotras que nos queremos tanto, sin necesidad de revisión, casi transcritos literalmente. "He vuelto al origen de mi propia escritura y he comprobado que lo que escribí hace 20 años tiene coherencia. No nos engañemos, hemos avanzado muchísimo, pero los niveles de igualdad utópicos no los hemos alcanzado".
historias de su asistenta, en una cafetería, incluso en sus recuerdos de escritora, encontró a las 10 protagonistas de su novela. Ana Rosa, Simona, Layla, Luisa, Guadalupe, Andrea, Francisca, Mané y Juana. Nueve mujeres que se reúnen en una casa de campo para relatar en soliloquio el resumen de sus horas de terapia con Natasha, de origen ruso y judío, la décima fémina. "Lo que realmente me interesó, a lo que me aboqué, fue el lenguaje. Chile es un país enormemente clasista y la forma más feroz de demostrarlo es la lengua", explica la autora de El albergue de las mujeres tristes y Lo que está en mi corazón, obra con la que fue finalista del Premio Planeta en 2001.
"Como dice una de las protagonistas, puedes hablar con alguien 10 minutos y saber de dónde viene, qué ha hecho, dónde creció". Aunque el lenguaje, su protagonista, se encaprichó complicado, Serrano es capaz de dar voz a mujeres de clase alta, media y baja traumatizadas por los mismos fantasmas: el amor, la soledad, los abusos familiares y el maltrato en el matrimonio. La escritora fue limpiando estas historias, algunas de las cuales traspasan la linde de los Andes hasta Palestina, Estados Unidos y México, para separarlas de tal manera que no se perdiera la fuerza del relato de cada una de ellas. "Mi apuesta fue que los 10 monólogos produjeran un diálogo en el lector con la esperanza de que se convirtiera en el número 11".
La tradición de Sherezade
Deudora de la tradición de Sherezade, Marcela Serrano confiesa que necesita contar historias para sentirse viva. Un requisito vital que traslada a sus mujeres sin entregarse a ellas: "Un escritor pone de sí mismo siempre en sus personajes, una sensación, una mirada, una observación, pero no soy ninguna de ellas". Ellas son sus lectores, las que aparecen al final del libro, en los agradecimientos. "Son dos psicoanalistas a las que pasé el manuscrito; mi hija que estudió literatura y lo revisó; y mis amigas, a las que acudo siempre en busca de opinión".
Mujer autora. Mujeres protagonistas. Mujeres consejeras. Aún así, no es este un manifiesto feminista. De hecho, Serrano da un respingo cuando se le pregunta por este menester: "A un hombre nunca se le pregunta por qué escribe sobre hombres". Su militancia está en el día a día. La escritora, consumidora voraz de información, ve con ojos de asombro el devenir de Europa en plena crisis económica. "Es muy loco, porque Europa era el signo del desarrollo, nosotros éramos los recién llegados que teníamos que empezar a hacer historia", explica embebida por el orgullo de ciudadanía chilena, el primer país de América Latina en tener una presidenta. "Me siento en el derecho a pensar que mientras nosotros avanzamos, ustedes no sé si están empeorando o se han detenido".
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