El teatro, la música, la danza, el cine y la literatura son formas del arte que se desarrollan en una secuencia temporal. Al cine y a la literatura se puede volver una y otra vez por el mero trámite de proyectar nuevamente una secuencia sobre una pantalla o de releer un párrafo. Al teatro, la música y la danza no, porque dependen exclusivamente de la comunión que exista entre los intérpretes y el público en un momento definido e irrepetible de existencia compartida. De modo que, salvo que recurramos a su registro en algún soporte –sea éste de la naturaleza que fuere–, para funcionar, el teatro, la música y la danza necesitan un milagro distinto que el cine y la literatura. Las contadas veces en que ese milagro efectivamente tiene lugar, simplemente ocurre y nada más, y acaso en eso radique la gracia del asunto, porque al identificar allí un bien buscamos repetir la experiencia con la secreta esperanza de que, por un rato, podamos dejar de estar ocupados en lo que nos preocupa y distrae, y suspendiendo momentáneamente nuestra incredulidad –la fórmula es del poeta romántico inglés Samuel Taylor Coleridge–, salirnos de nosotros mismos. Ahora bien, para complicar más las cosas, digamos que, de todas las especies musicales, probablemente el jazz sea aquella en la que, por más partituras y arreglos que existan, no hay posibilidad de albergar ningún tipo de esperanza de repetición. Y si, parafraseando a Heráclito, nadie baja dos veces al mismo solo, porque a cada momento somos otros, habría que agregar que ningún solo es igual al anterior, ya que el intérprete también es otro e, improvisación mediante, siempre se van a sumar o restar notas, con lo que el resultado es distinto. Ahí, entonces, en ese instante irrepetible, es donde se halla el principal atractivo del jazz. Por eso no deja de conmover el hecho de que alguien pretenda eternizar la frágil precariedad de esa circunstancia mediante imágenes fijas, a las que se puede volver una y otra vez.
Dicho esto, no queda otro remedio que admitir que en el caso de Hermenegildo Sábat – SDLq Menchi” Sábat–, notorio jazzófilo, generoso con su saber enciclopédico y con una historia siempre a flor de labios, la cosa es seria: además de todo lo que el público ya conoce de su arte –su obra pictórica, las diarias apostillas gráficas a los aspectos más prosaicos de realidad del país, la reinterpretación de Gardel y de Piazzolla, los homenajes a Jorge Luis Borges y a Juan Carlos Onetti, por mencionar lo más visible–, vale la pena recordar que él dibuja, pinta y fotografía el jazz, tratando de reponer en el papel lo que el papel se niega a representar. Se trata de una paradoja y de un empeño probablemente imposible de concretar, pero todo indica que él es un hombre empecinado. Si no, ahí están los libros Yo Bix, tú Bix, él Bix (dedicado al cornetista Bix Beiderbecke), Scat y Jazz a la carte (ambos de carácter enciclopédico), El pájaro murió de risa (dedicado al saxofonista Charlie Parker) y Dos dedos (que homenajea al guitarrista Django Reindhart) y, desde el lunes 18 de abril hasta el 30 de mayo, la muestra Jazz Jazz Jazz , que tiene lugar en la galería Jorge Mara - La Ruche.
Dos tipos audaces
Según comenta el uruguayo Mara, esta exposición es un homenaje a su compatriota Menchi y al jazz, pasión que los dos comparten. Al cuerpo inicial de magníficas acuarelas de Sábat –varias de Duke Ellington, de los miembros de su orquesta, de Rex Stewart, de Ella Fitzgerald, entre otros–, sabiamente dispuestas detrás de un panel precedido por una ampliación de la foto del saxofonista Paul Gonsalves –tomada por el mismo Menchi–, ambos sumaron una serie de fotografías de Louis Armstrong, Benny Goodman y Cootie Williams, entre otros músicos, que abarcan el lapso que va de 1957 a 1979. Pero como Mara parece ser la horma del zapato de Sábat, el galerista sumó un extraordinario corpus de fotografías de su colección personal y otras, recibidas en préstamo de particulares e instituciones, que reúnen prácticamente la totalidad de las grandes firmas internacionales en materia de fotografía de músicos de jazz. Así, por primera vez en Latinoamérica –y probablemente en el mundo entero–, el visitante podrá visitar una muestra fotográfica que excede los marcos de una retrospectiva de autor para alcanzar el rango de verdadera muestra antológica colectiva sobre el tema.
Se topará, por ejemplo, con la mítica foto reproducida por la revista Esquire, tomada a las diez de la mañana, un día del mes de agosto de 1958, en la 126th Street, entre la Quinta Avenida y Madison, en Harlem (Nueva York), por el fotógrafo Art Kane, quien logró reunir a 57 músicos de jazz en actividad, pertenencientes a tres generaciones distintas (la historia de esa imagen se cuenta en A Great Day in Harlem , un documental de Jean Bach, reconstruido en base a entrevistas y filmaciones realizadas por el contrabajista Milt Hinton). O con las fotos de Don Hunstein realizadas en 1959 durante la grabación de Kind of Blue , de Miles Davis, acaso el disco más vendido en la historia del género. También, con una buena cantidad de retratos tomados por nombres bien conocidos para los amantes del jazz, como Francis Wolff (de Dexter Gordon, John Coltrane, Hank Mobley, Don Cherry y Herbie Hancock), Herman Leonard (de Duke Ellington, Johnny Hodges, Ella Fitzgerald, Sonny Stitt), William Gottlieb (de Django Reindhart, Pee Wee Russell, Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Nat King Cole), Chuck Stewart (Sonny Pained, Max Roach, Stan Getz, Miles Davis, Bill Evans, Betty Carter, Ray Charles, John y Alice Coltrane, Freddie Hubbard). La lista se completa con Hugh Bell, Esther Bubley, Roy DeCarava, Marcel Fleiss, Allan Grant, Milt Hinton, Gjon Mili, Wayne Millar, Bob Parent, Charles Peterson, Duncan Schiedt, Don Schlitten, Herb Snitzer, Dennis Stock, Lee Tanner y Bob Willoughby, además del propio Sábat, quien está en el origen de esta increíble celebración que, sin temor a exageraciones, es uno de los hechos culturales más importantes del año.
Así, al menos, se entiende en Europa: ampliada, viaja próximamente al Círculo de Bellas Artes, de Madrid, donde se completará con ciclos de cine, conferencias y conciertos ad hoc.
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