Es un artista difícil, nada cómodo. Y no por su complejidad artística, sino especialmente por la temática de sus obras. En ellas están muy presentes la guerra, la violencia, la tortura, el poder, la opresión... sin concesión alguna. Aunque fue un artista de referencia en los años 70 y 80, su trabajo no ha tenido la repercusión que merece, según Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, que organiza la exposición en una de sus sedes del Retiro, el Palacio de Velázquez. Para el visitante supondrá un shock la crudeza de las imágenes deGolub (Chicago, 1922-Nueva York, 2004), marido de otra de las artistas más complejas y comprometidas del siglo XX, Nancy Spero.
A través de un centenar de piezas recorremos toda la producción de Leon Golub: desde los años 50 hasta las obras en pequeño formato -sobre todo dibujos- que hizo poco antes de su muerte. En su Chicago natal tuvo la oportunidad de contemplar el «Guernica» de Picasso, lo que debió suponer para él una auténtica convulsión. Como respuesta (aplicó el mensaje antibélico a su entorno, la guerra de Vietnam) realizó en 1973 su obra más emblemática, «Vietnam II»(más de 12 metros de ancho), que preside la gran sala central del Palacio de Velázquez y en torno a la cual gira la muestra. También dedicó una serie al napalm, que había acabado en dicha guerra con tantas vidas. Pero antes -entre los años 50 y 70- , su obra había mirado a la Antigüedad: Babilonia, la época grecorromana... De esta etapa son sus «Gigantomaquias» (modernización del friso clásico), sus «Esfinges»... Casi todo su trabajo gira en torno a la figura humana (salvo algunas obras abstractas) y tiene claras referencias históricas. Borja-Villel también destaca el carácter monumental, casi arquitectónico, de sus enormes lienzos, siempre sin marco: «Tienen algo de mural. Golub recupera a los muralistas mexicanos. Sus obras tienen algo de tatuaje, del dolor de la incisión en la piel».
A finales de los setenta (1976-79) llevó a cabo más de un centenar de retratos políticos, de los que una selección se muestra en una sala. Le interesan líderes políticos y religiosos, dictadores, presidentes de grandes empresas... Cuelgan siete retratos de Franco (el primero, de 1937; el último, ya muerto en el 75), además de los que hizo de Pinochet, Ho Chi Ming, Fidel Castro, Kissinger o Rockefeller, entre otros. Lo que le interesaba a Golub de estos personajes era la representación mediática del poder que representan.
Como si de un visionario se tratara, el artista norteamericano aborda en los años 80 duras escenas de torturas, de violencia represiva, en cuadros como «Mercenarios» o «Interrogatorios», que a todos nos recuerdan las imágenes de Abu Ghraib. Es la época de mayor gloria de Golub: exposiciones en Londres y Nueva York, Charles Saatchi lo incorpora a su colección y se convierte en una autoridad para los jóvenes artistas. Ya en los noventa, su pintura se inunda de leones, perros carroñeros, esqueletos que bailan... El texto se hace un hueco en ellos, en parte influido por su esposa, Nancy Spero. Son comentarios ácidos, aforismos... Además, retoma el interés por el mundo grecolatino.
Una sala de la muestra reúne sus últimos trabajos en los años 2000. Se aleja ya de los grandes formatos y lleva a cabo dibujos en los que la huella de Goya está muy presente: «Los fusilamientos del 3 de mayo», «Los Desastres de la Guerra» y «Los Caprichos». Al tema de la guerra se suman otros como el carnaval o la sexualidad. Para el comisario de la exposición, Jon Bird, «Golub fue un pintor de la Historia que quiso siempre llegar a lo real. Sus obras hacen que el espectador tenga que comprometerse, que tome una postura moral ante lo que está viendo».
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