Elisabeth Roudinesco, biógrafa de Lacan, psicoanalista e historiadora está furiosa. En los últimos tiempos libra una batalla sinfín contra Michel Onfray, último eslabón de una cadena de bombazos que está recibiendo el psicoanálisis en todo el mundo. Onfray publicó El crepúsculo de un ídolo donde acusa a Sigmund Freud de nazi, fascista, corruptor de menores, incestuoso, estafador, entre otros rubros. Roudinesco le contesta con ¿Por qué tanto odio? donde también escriben Guillaume Mazeau; Christian Godin, Franck Lelièvre, Pierre Delion y Roland Gori. Este libro continúa el debate iniciado por la autora en¿Por qué tanto odio? Anatomía del Libro negro del psicoanálisis. Desde París, Roudinesco expresa su furia por teléfono.
-¿Cuándo comienza la historia del odio contra Freud? -En 1905 se empezó a publicar un número muy importante de brûlots –libros polémicos, un brûlot es una antorcha para encender un fuego–. Los primeros escritos incendiarios contra Freud emanaron de la derecha conservadora de medios católicos que lo acusaban de ser un degenerado, un destructor de la civilización, de la familia y de la moral, de haberles inventado una sexualidad a los niños. Y en realidad, Freud era más bien un conservador ilustrado, un emancipador de las mujeres que estaba a favor de la conservación de los valores de la familia y también del divorcio. Después Freud fue atacado por los nazis; se quemaron sus libros y también fue atacado por el estalinismo, por ser la imagen de la burguesía degenerada. Después de la Segunda Guerra fue bombardeado en EE.UU. por los puritanos y por los defensores de las ciencias duras que consideraban que era una teoría superada, ridícula. Después salió El libro negro del psicoanálisis donde se revisa la historia y se inventan leyendas negras. Naturalmente, estoy a favor del cuestionamiento contra toda leyenda y hagiografía, ya sea que apunten a Lacan o a Freud.
-Y entonces llegó Onfray...-Onfray sintetizó las críticas de la extrema derecha, las del puritanismo americano y las de la extrema izquierda libertaria, o sea que es una verdadera estafa y una verdadera impostura. Sobre todo porque él no sabe nada de la historia de Freud ni del psicoanálisis, copió a los antifreudianos e hizo una lista de errores que son más bien divertidos y que su editor no corrigió. Onfray dice que Freud tuvo un hijo con su cuñada cuando ésta tenía 58 años, en 1923; que había conocido a Hitler, que había conocido a Göring, cuando en realidad no había ido a Berlín. Pero Onfray ya había escrito, por ejemplo, que Kant prefiguraba el nazismo... Tenemos ahí un monumento a la estupidez. Como no tiene reconocimiento universitario, tiene en su contra a todas las universidades.
-¿Usted debatió alguna vez con Onfray? -Sí, habíamos hecho un debate en 2005 sobre religión y su libro Tratado de ateología ; y otro sobre Freud en 2009 pero cuando estaba frente a mí, le resultaba muy difícil hablar porque es ignorante. Después no quiso debatir más, rechazó todos los debates conmigo. Exigió discutir en televisión con quienes estuvieran a favor suyo. Es un fenómeno muy peligroso del populismo en Francia.
-Pero... ¿usted no comparte ninguna crítica al psicoanálisis con Onfray?
-¡Ah no! Yo comparto las críticas de historiadores y filósofos serios. Y él no es serio. Estoy muy de acuerdo con las críticas de Michel Foucault sobre el conservadurismo de los psicoanalistas, pero no puedo estar de acuerdo en nada con Onfray porque en primer lugar sólo sostiene errores. El se apartó de la historia crítica en la medida que inventa hechos. No es un libro polémico, es un libro falsificador de la verdad. Por mi parte, yo asumí la defensa de los homosexuales contra los psicoanalistas. Nunca consideré que Freud fuera un hombre de extrema izquierda pero no se puede decir que fuera fascista, nazi e incestuoso, o un mentiroso. Freud tenía muchos defectos, pero no ésos. En la actualidad, la historiografía freudiana es tan variada, tan rica que ya no hay necesidad de estar a favor o en contra de Freud, se está en una reflexión crítica sobre la obra de Freud. Yo me ubico más bien en esa tendencia, no del lado de quienes inventaron leyendas negras. El libro de Onfray es un libro de rumores, que inventa complots.
-¡Ah no! Yo comparto las críticas de historiadores y filósofos serios. Y él no es serio. Estoy muy de acuerdo con las críticas de Michel Foucault sobre el conservadurismo de los psicoanalistas, pero no puedo estar de acuerdo en nada con Onfray porque en primer lugar sólo sostiene errores. El se apartó de la historia crítica en la medida que inventa hechos. No es un libro polémico, es un libro falsificador de la verdad. Por mi parte, yo asumí la defensa de los homosexuales contra los psicoanalistas. Nunca consideré que Freud fuera un hombre de extrema izquierda pero no se puede decir que fuera fascista, nazi e incestuoso, o un mentiroso. Freud tenía muchos defectos, pero no ésos. En la actualidad, la historiografía freudiana es tan variada, tan rica que ya no hay necesidad de estar a favor o en contra de Freud, se está en una reflexión crítica sobre la obra de Freud. Yo me ubico más bien en esa tendencia, no del lado de quienes inventaron leyendas negras. El libro de Onfray es un libro de rumores, que inventa complots.
-Pero lo que sí es cierto es que el psicoanálisis tiene verdaderos enemigos dentro de sus filas: hay conservadores, gente que no se adapta a los cambios sociales...-Mire, no se puede mirar la historia del psicoanálisis como una entidad monolítica. Existen varias tendencias de lacanianos, freudianos clásicos, kleinianos, es un medio donde se mantienen las peleas entre las diferentes capillas. Hay conservadores y hay progresistas. ¿Usted sabe que hay 60 escuelas psicoanalíticas en Buenos Aires? El error de todos los que inventan estas leyendas negras es imaginar que todo eso es monolítico y que habría una suerte de gran secta psicoanalítica que sólo pensaría en términos de ortodoxia. No se puede tratar la historia del psicoanálisis como si sólo hubiera malos. Toda historia maniqueísta hay que rechazarla, no funciona. Yo tuve muchas polémicas con lacanianos ortodoxos y con freudianos ortodoxos. Cuando un psicoanalista es conservador al punto de ser homofóbico, cuando colabora con una dictadura, hay que criticarlos.
-Y, ¿cuáles son las críticas que usted le hace a Freud? -Era intransigente; no soportaba bien los ataques contra su autoridad; estaba convencido de que no debía enseñarse el psicoanálisis en la universidad salvo que fuera enseñado por los propios psicoanalistas. Freud fue capaz de polemizar, por ejemplo, con los defensores de Melanie Klein. De modo que Freud no era un dictador monstruoso reaccionario, misógino y homófobo. Y en la actualidad, tampoco se ve a Freud como un personaje de leyenda, un santo o un hombre al que no se puede criticar. Freud era bastante simple en su vida privada. No tuvo transgresiones mayores. Es falso que mantuviera una relación sexual con la cuñada. Fue complicado con su propia hija: no quería que se casara, la analizó, pero, mire, Freud no era un hombre espantoso, transgresor, malo. Freud era, en resumidas cuentas, bastante normal.
-¿Cómo reaccionó el mundo intelectual francés con Onfray? -Hay una hostilidad total con Michel Onfray. Pero es normal porque antes del caso Freud él tenía en su contra a toda la filosofía universitaria, las religiones, sobre todo porque dijo que el cristianismo prefiguraba el nazismo. E incluso, en Francia, desde el punto de vista político fue rechazado por los trotskistas y por el Nuevo Partido Anticapitalista, por ejemplo.
-¿De verdad nadie lo apoya? -Políticamente lo apoya Jean-Luc Mélenchon un hombre de izquierda un poco populista. Sintió simpatía por Onfray porque creó una universidad popular fuera de la academia. Pero en líneas generales, tuvo en su contra a los filósofos, a los historiadores, a los católicos, la derecha y la izquierda. Lo que para mí fue divertido. Nunca vi semejante unanimidad.
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