La memoria no avisa. Ha vuelto a salir de entre un montón de cajas y trastos, polvo y olvido. La memoria habla de nuevo y esta vez trae, como una marea que se retira para regresar con más fuerza, un archivo fotográfico sobre la Guerra Civil española de una magnitud incalculable según los expertos que lo tienen ahora mismo en sus manos. La casualidad ha destapado miles de fotografías, películas, cartas y legajos de Guillermo Fernández López Zúñiga, nombre completo del que se considera padre del cine científico en España y al que todos conocían como Guillermo Zúñiga (1909-2005).
La familia tampoco podía calcular la dimensión de los reportajes que Zúñiga hizo como reportero durante la Guerra Civil. "Mi padre siempre llevaba una cámara encima, incluso cuando pasó por el campo de refugiados y de castigo francés. Esos eran los documentos de mi padre, y él no era muy comunicador", explica a este periódico su hija Teresa, quien, a la muerte de su madre, deshizo la casa de sus padres y donó todos aquellos documentos a la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC), que su padre creó en 1966.
Guillermo Zúñiga no faltó a ninguno de los grandes acontecimientos de la República en esos años, en parte debido a su cercanía con el PCE y a que puso sus conocimientos cinematográficos al servicio del gobierno legítimo. Trabajó en el noticiario España al día, que editaba Laya Films para la Generalitat de Catalunya, que hasta 1939 produjo 135 películas, 27 documentales y unos 108 números de noticiarios. También hizo de realizador, fotógrafo y montador en un nuevo noticiario dedicado a los jóvenes: Gráfico de las Juventudes, cuyo responsable político era Fernando Claudín y cada emisión oscilaba entre siete y diez minutos.
Las esquinas de la memoria
La historia de este biólogo y profesor de Ciencias en el Instituto Escuela atropellado por el estallido de la contienda recuerda mucho a la del fondo del fotógrafo Marín, cuya hija donó a la Fundación Pablo Iglesias un archivo gigante para conservar las 18.000 placas fotográficas, tras los 40 años de trabajo de su padre. Ella se había mudado y en su nueva casa, los cambios de temperatura de la calefacción central estaban estropeando los negativos. La memoria de Marín, como la de Zúñiga, necesitaba un nuevo hogar para no perderse. Y en ambos casos, el albur que levanta las esquinas olvidadas de los herederos.
Tal y como ha podido saber este periódico, hace unas semanas la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura compraba cerca de 300 fotografías de un fotógrafo que había aparecido entre los fondos del PCE hacía ya algún tiempo, pero del que no se tenían más noticias. Él mismo había donado aquellas fotografías y, sin embargo, todavía guardaba en casa sus grandes recuerdos, que poco a poco se irán convirtiendo en patrimonio.
La gran tajada de sus diarios visuales, sus cartas desde el exilio, las películas que había grabado en Buenos Aires, las guardaba su hija Teresa. Cuesta creer lo difícil que les resulta abandonar la clandestinidad a los recuerdos bélicos. Se enredan en los armarios, donde nadie los mira, se protegen, se ocultan con miedo. Pero ya no es tiempo de represalias.
Un valor incalculable
Los chispazos casuales terminaron obligando a presentar en público aquellos documentos y Teresa llamó a la ASECIC para que se hicieran cargo de todo aquel peso del pasado. "Guardado en casa no sirve para nada. Lo que tengo claro es que no quiero ver implicado a mi padre en esta memoria histórica revanchista", reclama excitada Teresa.
Rogelio Sánchez, secretario general de la asociación, pensaba en la protección del patrimonio cuando acudió a la casa de Zúñiga, junto con Fernado Camarero, también socio de ASECIC
y seguidor de la vida de esta figura tan desconocida. Cargaron el hallazgo en el coche para la humilde sede de la agrupación. Teresa reconocía que no sabía qué hacer con todo aquello. Recuerda Rogelio cómo les enseñó una lata de película de cine: "Estuve a punto de tirarla la semana pasada", les dijo. Él le confesó que el objeto les vendría bien para una exposición sobre cine que preparaban. Al sostenerla se dio cuenta de que también llevaba sorpresa. "El entierro de Largo Caballero. Abrimos la lata y estaban los sobres que guardaban negativos. Zúñiga había apuntado: ‘Entierro de Largo Caballero'. Ni lo abrimos, para no estropearlo", recuerda Sánchez. Estaba impresionado por el descubrimiento, y no era más que la punta del iceberg.
La ASECIC: "Es nuestro Forrest Gump, estaba en todas partes, pero apenas se sabe de él"Desde entonces a esta parte, un humilde equipo de la ASECIC ha conservado en silencio, en una caja fuerte, todo el material y ha escaneado una parte de los negativos. Aunque Sánchez reconoce que el volumen de trabajo y de recursos de este tesoro excedía a lo que podía aportar su asociación, depositaria de todo el archivo. Así que buscaron aliados en el Centro de Estudios de Migraciones y Exilios (CEME) de la UNED, para que los documentalistas de la institución clasificaran y catalogaran todo ese material, hasta el momento tan sorprendente como insondable. Desde el Ministerio de Cultura ya avanzan que el trabajo de Zúñiga está al nivel del de Robert Capa.
María García Alonso, subdirectora de recuperación y conservación documental del CEME, empezó hace unas semanas a estudiar el archivo, junto con un equipo de cinco personas. Subraya el papel en las Misiones Pedagógicas, junto con Carlos Velo. "Todo está por estudiar y pensamos acabar el inventario a finales de año. El año próximo profundizaremos en otros aspectos de su vida y, entonces, lo pondremos a disposición del público. La importancia de este material es que Zúñiga estuvo en lugares en los que otros solo estuvo su cámara. Hay mucha gente que tuvo experiencias muy valiosas, pero su valor es su mirada cinematográfica y fotográfica", explica a Público.
El archivo infinito
Además, reconoce que no sabe cuál es totalidad de este archivo. "De vez en cuando llama la hija y nos dice que ha encontrado otro cajón lleno. Es un archivo muy vivo. Estos son solo restos o rastros de una vida, pero no sabemos si es todo y no lo sabremos jamás si no lo cuenta en algún papel de los que nos faltan por estudiar", explica María García Alonso. Hasta el momento sus preguntas acerca de la vida y obra de Zúñiga ganan a sus respuestas. Por ejemplo, ¿por qué a simple vista no aparecen fotos de víctimas? "No sabemos si las eliminó, si se autocensuró, si las dio para que el partido hiciera propaganda... Ni siquiera sabemos el porqué de todas esas fotos: si las hacía por interés personal o para propaganda. Pero de momento, no tenemos revistas que las publicaran", cuenta.
En estos momentos se elabora el convenio que deberán firmar herederos, depositarios y Ministerio, y que establecerá cómo gestionar la fuente documental de Guillermo Zúñiga, que quedará dividida en varias partes: en el Archivo General del Estado de Alcalá de Henares la parte fotográfica más amplia, en el Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca) las imágenes recién adquiridas por 12.000 euros al galerista Tino Calabuig y en el CEME todo el papel.
El Ministerio de Cultura mandará 300 fotos a Salamanca; el resto queda en Alcalá de Henares"Es nuestro Forrest Gump: estaba en todas partes, pero apenas se sabe nada de él", dice María Luisa Ortega de ASECIC, una de las pocas personas que ha revisado los documentos de Zúñiga. Para la vuelta de vacaciones anuncia el primer paso de la recuperación del cineasta y empezarán con un gran volumen biográfico, que no será más que un aperitivo, porque reconoce que conocen someramente su participación como fotógrafo en la Guerra Civil.
"Hasta que no se hile su vida a partir del estudio y el análisis de sus cartas y el resto de documentos, no podremos conocer su papel. No se sabe por qué, pero ocultó a su familia aquel momento de su vida", explica Ortega. "Quizás fuera para protegerles, porque cuando regresa en 1957 del exilio argentino no es perseguido, ni represaliado a pesar de su actividad en el PCE", apunta Sánchez, a la que también le faltan respuestas sobre la vida de Zúñiga.
Donde nadie llegaba
Al repasar los miles de contactos de las fotografías del biólogo, cineasta y fotógrafo uno entiende lo que quiere decir Ortega cuando lo compara con aquel personaje de película que mientras corría participaba en los grandes acontecimientos de su país. Zúñiga, ya hemos dicho, fotografió el entierro de Largo Caballero y allí aparece Dolores Ibárruri; también estuvo en la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, en Valencia, donde retrató a Alberti, a María Teresa León, Pablo Neruda. Nicolás Guillén, José Bergamín o Manuel Altolaguirre; y en las Cortes Valencianas, y en la liberación de París y en el frente de Madrid, y en el de Aragón, y en varios campos de concentración como el de Argelès-sur-Mer o del de Bram. Por ambos pasó también Agustí Centelles, pero las imágenes de Zúñiga son más urgentes, tomadas sin que vean su cámara, posiblemente escondida entre sus ropas. De aquel campo, dejó por escrito, escapó antes de que le llevaran a uno de extermino. Y libre en Francia luchó con la Resistencia.
El archivo vivo sigue latiendo y hace unos días descubrieron un valioso documental que rodó en 1946, en París, titulado El exilio español. Fernando Camarero lo ha podido ver y cuenta que es un reportaje de menos de 30 minutos sobre la ayuda norteamericana a los supervivientes españoles de los campos de concentración nazi, que regresan a Francia, sin nada. Es un paso más en la historia que, con este hallazgo, está por reconstruir.
*Mañana: Zúñiga, el nuevo referente fotográfico en el frente de Madrid
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