Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.Gerardo Diego
Poeta Julio Medina Gimenes
s no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal.Juan Gelman
viernes, 24 de junio de 2011
Sabato en los días de sol
Ernesto Sabato era un universo, conflictivo consigo mismo, dramático siempre, agarrado como una roca al sufrimiento ajeno y al sufrimiento propio, sentimientos que se intercambiaban. Le pregunté a su compañera Elvira González Fraga (y de ello hay un amplio resumen en Babelia de mañana) si, teniendo en cuenta esas actitudes, los suyos eran los días de otoño o, aún más, los enfriadísimos días del invierno argentino. Me dijo que no. Que Sabato, en la vida cotidiana, gustaba del vino y de los días soleados. ¿Entonces? Había dentro de Sabato, del Sabato que quedó para la historia, una luz mortecina que era sobre la que él trabajaba para entender la raíz dolorosa del mundo. Pero se alzaba sobre esos talones de bruma para concebir un mundo distinto, o mejor, cuando estaba con los otros, cuando no tenía la obligación civil de interiorizar sus sufrimientos. Él dejó de escribir novelas, se cuenta en ese reportaje que aquí estoy adelantando, porque la recepción que tuvo su última novela,en 1974, le decepcionó; los lectores, creía él, le habían dado la espalda. Y dejó de escribir novelas. Ahora que tengo fresca su autiobiografía, Antes del fin, y algunos libros de entrevistas que he consultado para escribir mi reportaje, he sacado la impresión de que en realidad Sabato quiso, desde esa fecha, ocuparse más de lo real que de la ficción, como que dejó de creerse los mecanismos (acaso los engranajes, que era una palabra más suya) de la ficción, y decidió hacerse un ser de memorias o de testimonios más que un ser de ficciones. Me parece que esa decisión marcó su vida, y por tanto marcó su humor, su manera de ser; el hombre que venía de Sobre héroes y tumbas y de El túnel, ambos sustratos autobiográficos de su paso por la tierra, cuando era joven y viajero o bohemio, decidió ensimismarse, buscar dentro de sí la posible explicación del mundo, y esa contemplación lo atormentó. Así vivió, en medio de la tormenta, buscando siempre, me decía Elvira, la luz de los días .
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