En persona, Keira Knightley (Londres, 1985) impacta por su distinción. Cuello de cisne, mandíbula prominente, una perfecta dicción británica y muchas risas intercaladas con gestos de timidez. Quizá se deban al tema que aborda la película «Solo una noche», dirigida por Massy Tadjedin: el cómo y por qué un matrimonio felizmente casado (Sam Worthington y Keira Knightley) puede caer en la tentación (y en los brazos) de terceras personas. Él, en los de Eva Mendes. Ella, en los del francés Guillaume Canet.
—No desvelemos quién cae en la tentación, si alguien cae, ni quién seduce a quién, pero ¿cree que el matrimonio sobrevive tras esa larga noche?
—No lo sé (ríe). Lo bueno de esta película es que cambias de opinión mil veces cuando la ves. ¿Es mejor que esa noche haya ocurrido o es el fin? No tienes ni idea. Me parece que «Solo una noche» es genial y muy poco habitual porque no te impone una moralidad. No juzga a los personajes, lo cual es muy raro. Normalmente están el bueno y el malo, pero aquí lo interesante es que el público se va planteando cosas y cada uno lo ve como lo ve. Puedes sentir el diálogo entre el público y los personajes, y yo he cambiado de opinión y sigo cambiando de opinión constantemente. Durante el rodaje todo el mundo opinaba. Generalmente los eléctricos o los carpinteros no hablan de eso, pero en esta ocasión decían: «Él lo ha hecho mal, o ella».
—¿Cree que hay diferencias entre la infidelidad masculina y femenina?
—Sé que es peligroso generalizar, y hay excepciones, pero en el plató y durante todas esas discusiones, los hombres pensaban que la infidelidad carnal (acostarse) es peor y las mujeres decían que es peor la infidelidad mental, pensar en otro. Yo empecé creyendo que la mental, pero no tengo ni idea, y eso es lo bueno. Nadie puede contestar ni resolver esa pregunta. Solo vivir sus propias experiencias.
—Dice que la película no juzga a los personajes. ¿Y usted?
—Es que es muy fácil juzgar a los demás. Yo y todos juzgamos a otros. En esta película piensas: «¿A quién juzgas más duramente? ¿Es que tú, como eres tan pulcra en tu propia vida, te crees con derecho a juzgar a otros? ¿Quién soy yo para juzgar la relación de otro?» Uno no puede juzgar una relación ajena porque nunca sabe lo que ocurre en otra pareja, así que volviendo a la pregunta de si sobrevivirán a esa noche o se separarán... Quién sabe. Algunas parejas superarán eso, otras se romperán.
—¿Es celosa?
—Sí, sufro por los celos. Y soy autocrítica, pero creo que todos lo somos. Todos dudamos constantemente y tenemos momentos en los que nos gustaría ser otra persona.
—Así se gana la vida como actriz. ¿Cuál diría que fue el momento más decisivo de su carrera?
—No sé si me gusta pensar en los momentos decisivos de mi carrera. Desde luego, «Piratas del Caribe» tuvo un éxito de taquilla increíble, pero «Quiero ser como Beckham» también fue importante y ahí me di a conocer. Y con «Orgullo y prejuicio», la nominación; y «Expiación»... He tenido muchísima suerte y he trabajado con gente maravillosa, también en las películas que no han funcionado bien, pero así es la vida. Y con cada experiencia he aprendido muchísimo y me queda mucho por aprender.
—Ya ha interpretado más de 40 personajes. ¿Para usted es como haber hecho una larga carrera universitaria?
—Bueno, yo abandoné los estudios a los 16 años, así que mi educación recae y la llevo puesta en mí. Me gusta utilizar mi trabajo como una forma para progresar como persona y creo que uno puede dejar que le llegue y que le toque, de una manera positiva y negativa. Pero sí. Mis personajes me han llevado a sitios a los que no hubiera llegado de no ser actriz.
—¿Se arrepiente de haber dejado los estudios?
—No. Creo que me he perdido algunas cosas y algunas experiencias, pero he experimentado otras, así que no me arrepiento.
—Y ¿volvería a estudiar?
—Es que a mí la institución educativa me resulta muy peliaguda, muy difícil. Así es como lo veo ahora. En el futuro, quién sabe.
—Puede estudiar por su cuenta.
—Sí, exactamente, así que ya veremos.
—¿Qué tipo de libros le gustan?
—Ahora estoy leyendo «La gente del abismo», de Jack London. Trata sobre las condiciones en las que se vivía en la parte este de Londres en 1903.
—¿Es porque está preparando algún proyecto?
—No (sonríe). Por puro interés.
—Por último, en «Solo una noche» se pasa el tiempo bebiendo vino, champán, vino, champán… Si bebes, no conduzcas.
—Bueno, es que es una noche (ríe). Además, yo no tengo coche. Sé conducir, pero viviendo en Londres, el coche es una pesadilla. Mi elección suele ser vino o vodka. Lo cerveza no me gusta, y eso que lo he intentado. Y alguna vez, champán.
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