Podría decirse que ninguna de las novelas de Haruki Murakami tiene personajes tan parecidos a él como 1Q84. Y esta presunción no viene, desde luego, del hecho de conocerlo personalmente, sino de lo que él ha dicho sobre sí mismo en De qué hablo cuando hablo de correr, su libro anterior. En esa suerte de ensayo Murakami hila su afición de corredor con su trabajo como novelista; uno al que llegó de manera inesperada, como el núcleo misterioso e insondable que sus miles de lectores reconocen en la mayoría de sus personajes, y cuyo despertar compone buena parte de sus tramas. Aquel libro describe los esfuerzos físicos dolorosos que le suponen intentar romper sus propias marcas como atleta.
También relata la poca confianza que se tuvo como escritor en sus principios, a pesar de que empezaran a lloverle premios casi de inmediato.
Aomame y Tengo son los personajes de 1Q84, y sus historias se intercalan a un ritmo de siete u ocho páginas a lo largo de las más de setecientas que componen el volumen (las partes uno y dos; la tercera no ha salido aún en castellano). Ella es entrenadora y profesora de defensa personal y Tengo da clases de matemáticas y es novelista aficionado. Aomame lleva su cuerpo hasta umbrales de dolor que muy pocos son capaces de soportar, tiene un rostro que al crisparse se desfigura al punto de asustar a la gente, y también un trabajo secreto que, de contarlo aquí, enojaría a los futuros lectores de la novela. Tengo es un hombre de 29 años que no tiene ninguna particularidad que llamaría la atención de un novelista, menos aún de un lector. En realidad, sí tiene una: cierta imagen invasiva y persistente de su primera infancia, que no es capaz de identificar como real o no. Su vida simple y tranquila de típico personaje de Murakami da un giro cuando le piden que reescriba en el más estricto secreto una novela fabulosa pero torpemente elaborada, que había sido presentada a un concurso literario.
Como en otros libros de Murakami los eventos más importantes de 1Q84 se desarrollan, y perdón por la digresión, como en aquella frase con la que Julio Cortázar abre su cuento "El otro cielo": "Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra". Si 1984, la novela de Orwell escrita después de la II Guerra Mundial especulaba sobre un futuro posible, 1Q84 especula en cambio sobre un pasado probable. La novela transcurre en el Tokio de 1984, o más bien en un Tokio de 1984, porque de pronto los límites conocidos se "ablandan y ceden terreno" obligando a sus personajes a aceptar que "realidad sólo puede haber una", por más compleja, disparatada, incómoda o peligrosa que sea.
En este sentido, Murakami no es arbitrario, pero ocurre a menudo que ante la imposibilidad de describir su literatura en términos de acontecimientos o mensajes, se echa mano de nociones del surrealismo o de una suerte de realismo mágico hecho en Japón.
Tal vez las cosas sean más sencillas y más, por así decirlo, mundanas: los personajes de 1Q84 son consecuentes, sus vidas son la suma de todas sus elecciones y sus personalidades la suma de todas sus tristezas. Sucede que en algún punto se ven obligados a decidir si son capaces de creer en el destino, y a aceptar lo que, para Aomame, es una de las enseñanzas más importantes de la Historia: "en cierto momento nadie sabe lo que sucederá en el futuro".
Obsesiones japonesas
Al igual que en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Kafka en la orilla, en este libro Murakami aborda hechos de la historia japonesa, particularmente una que a él le obsesionaría. En 1995 una secta llamada Aum Shinrikyo derramó sarín líquido en varios vagones de los subterráneos de Tokio, matando a doce personas y envenenando a cientos. Tras una minuciosa investigación periodística Murakami publicó en el año 1998 el libro Underground que lamentablemente no ha sido traducido al castellano. La impresión que causó en él el contacto con miembros de la secta y con víctimas del atentado ha nutrido buena parte de la trama de 1Q84, en la que un grupo llamado Vanguardia, que había empezado como una feliz comunidad de cultivo orgánico, pasa a la clandestinidad y se transforma en el umbral que termina desquilibrando las vidas de Aomame y Tengo. Otras obsesiones también atraviesan la novela: la legitimidad de la venganza, los alcances de la libertad, los misteriosos resortes que intensifican o anulan nuestros sentimientos, el sentido de escribir, la imposibilidad de no amar.
Los lectores de Haruki Murakami notarán una prosa distinta, y es que esta vez la versión japonesa no estuvo en manos de Lourdes Porta, su habitual traductora. La traducción actual tiene un cierto tono que de a momentos resulta demasiado pragmático y debilita algunas imágenes. También notarán que está escrito en tercera persona y no en su usual primera, algo que finalmente pasa desapercibido, porque aun cuando se supone que la primera persona conoce casi todo sobre sí, esto no cuenta para los personajes de Murakami.
También relata la poca confianza que se tuvo como escritor en sus principios, a pesar de que empezaran a lloverle premios casi de inmediato.
Aomame y Tengo son los personajes de 1Q84, y sus historias se intercalan a un ritmo de siete u ocho páginas a lo largo de las más de setecientas que componen el volumen (las partes uno y dos; la tercera no ha salido aún en castellano). Ella es entrenadora y profesora de defensa personal y Tengo da clases de matemáticas y es novelista aficionado. Aomame lleva su cuerpo hasta umbrales de dolor que muy pocos son capaces de soportar, tiene un rostro que al crisparse se desfigura al punto de asustar a la gente, y también un trabajo secreto que, de contarlo aquí, enojaría a los futuros lectores de la novela. Tengo es un hombre de 29 años que no tiene ninguna particularidad que llamaría la atención de un novelista, menos aún de un lector. En realidad, sí tiene una: cierta imagen invasiva y persistente de su primera infancia, que no es capaz de identificar como real o no. Su vida simple y tranquila de típico personaje de Murakami da un giro cuando le piden que reescriba en el más estricto secreto una novela fabulosa pero torpemente elaborada, que había sido presentada a un concurso literario.
Como en otros libros de Murakami los eventos más importantes de 1Q84 se desarrollan, y perdón por la digresión, como en aquella frase con la que Julio Cortázar abre su cuento "El otro cielo": "Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra". Si 1984, la novela de Orwell escrita después de la II Guerra Mundial especulaba sobre un futuro posible, 1Q84 especula en cambio sobre un pasado probable. La novela transcurre en el Tokio de 1984, o más bien en un Tokio de 1984, porque de pronto los límites conocidos se "ablandan y ceden terreno" obligando a sus personajes a aceptar que "realidad sólo puede haber una", por más compleja, disparatada, incómoda o peligrosa que sea.
En este sentido, Murakami no es arbitrario, pero ocurre a menudo que ante la imposibilidad de describir su literatura en términos de acontecimientos o mensajes, se echa mano de nociones del surrealismo o de una suerte de realismo mágico hecho en Japón.
Tal vez las cosas sean más sencillas y más, por así decirlo, mundanas: los personajes de 1Q84 son consecuentes, sus vidas son la suma de todas sus elecciones y sus personalidades la suma de todas sus tristezas. Sucede que en algún punto se ven obligados a decidir si son capaces de creer en el destino, y a aceptar lo que, para Aomame, es una de las enseñanzas más importantes de la Historia: "en cierto momento nadie sabe lo que sucederá en el futuro".
Obsesiones japonesas
Al igual que en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Kafka en la orilla, en este libro Murakami aborda hechos de la historia japonesa, particularmente una que a él le obsesionaría. En 1995 una secta llamada Aum Shinrikyo derramó sarín líquido en varios vagones de los subterráneos de Tokio, matando a doce personas y envenenando a cientos. Tras una minuciosa investigación periodística Murakami publicó en el año 1998 el libro Underground que lamentablemente no ha sido traducido al castellano. La impresión que causó en él el contacto con miembros de la secta y con víctimas del atentado ha nutrido buena parte de la trama de 1Q84, en la que un grupo llamado Vanguardia, que había empezado como una feliz comunidad de cultivo orgánico, pasa a la clandestinidad y se transforma en el umbral que termina desquilibrando las vidas de Aomame y Tengo. Otras obsesiones también atraviesan la novela: la legitimidad de la venganza, los alcances de la libertad, los misteriosos resortes que intensifican o anulan nuestros sentimientos, el sentido de escribir, la imposibilidad de no amar.
Los lectores de Haruki Murakami notarán una prosa distinta, y es que esta vez la versión japonesa no estuvo en manos de Lourdes Porta, su habitual traductora. La traducción actual tiene un cierto tono que de a momentos resulta demasiado pragmático y debilita algunas imágenes. También notarán que está escrito en tercera persona y no en su usual primera, algo que finalmente pasa desapercibido, porque aun cuando se supone que la primera persona conoce casi todo sobre sí, esto no cuenta para los personajes de Murakami.
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