Lástima que este señor sea más papista que el papa”, resume Vargas Llosa ante la consulta de Clarín. No está preocupado, no está enojado, ni se le pasa por la cabeza la idea de no venir a dar el discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos Aires, según pidió el lunes Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. Lástima, dice. Que sea más papista que el papa.
Las palabras del Premio Nobel llegan a Clarín desde México, donde el peruano estuvo ayer, dando una conferencia en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Y llegan a través de su mujer, Patricia Llosa, que es quien atiende el teléfono. Lo lamentaba, dice Llosa, “porque ni siquiera la Presidenta había dado tales instrucciones”.
¿Y no lo desanimó esa carta que González mandó a la Cámara del Libro y que decía que la invitación a que él inaugurara la Feria “ofende a un gran sector de la cultura argentina”? No parece. “Mario dijo que quería mucho a la Argentina, que le gustaba mucho Buenos Aires y que iba a ir de todas maneras”, agrega Patricia Llosa.
La polémica empezó el jueves, cuando se supo que Mario Vargas Llosa estaría a cargo de la apertura “no oficial” –la oficial sería un día antes– de la Feria del Libro porteña, en abril. El lunes González mandó su carta a la Cámara; el martes un grupo de intelectuales kirchneristas manifestó –a través de una solicitada–“profundo desagrado y malestar” por la designación de Vargas Llosa. Y luego la presidenta Cristina Fernández llamó a Horacio González para decirle que el debate le parecía pertinente pero que “la decisión de las autoridades de la Feria del Libro sólo les competen a ellas y que la política cultural del Estado debe resguardar la libertad de expresión por sobre todo”.
Ayer, Vargas Llosa también hizo declaraciones al diario español El País. Dijo que le parecía “lamentable” que alguien quisiera vetarlo “porque la única vez en que me ocurrió eso fue durante la dictadura militar, cuando un general que se llamaba Harguindeguy prohibió dos de mis libros, Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor ”.
En una entrevista con CNN , Vargas Llosa dijo que “de una dictadura militar uno espera vetos y censuras, pero de intelectuales y escritores en esta época, en que hay en la Argentina un gobierno nacido de elecciones libres, la verdad me ha sorprendido. Yo creía que la tradición de la censura, de la intolerancia para quien discrepa había desaparecido. Veo que no”.
Vargas Llosa también estimó que se trata de un grupo de intelectuales que sirven al gobierno “y que no sé si actúan por principios o defendiendo sus puestos”.
En un par de puntos de su carta, González decía que hubiera preferido un escritor argentino “en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina”. Ayer el presidente de la Fundación El Libro, Gustavo Canevaro, decía Clarín que la Fundación escuchaba ese reclamo y lo tendría en cuenta. Hasta ahora los escritores que abrieron la Feria –el primero fue Juan José Saer, en 2001– fueron todos argentinos. Pero fue así por una deserción –razones de salud– de último momento: en 2007, el discurso inaugural iba a estar a cargo de Carlos Fuentes, nombre que no generó objeciones. “Como nos pasó en la Feria de Frankfurt –dice Canevaro–, donde logramos que los autores argentinos fueran reconocidos en el mercado mundial, pensamos que si la Feria es reconocida por su trascendencia esto impactará en los autores argentinos”. Vargas Llosa entra en ese plan: “Es el Nobel actual y queríamos tener autores internacionales de relevancia. Puede ser un eje de aquí en más tratar de tener un Nobel de Literatura siempre”.
Pero la Fundación no podía desconocer que Vargas Llosa, tras sus declaraciones sobre los Kirchner, iba a levantar revuelo.
Uno piensa en el éxito de la Feria, queremos hacer lo mejor de nuestro producto. Gestionamos con la editorial que venga pensando en una intervencion literaria, no política. Ciertos riesgos uno corre, pero buscamos la excelencia para la Feria.
La Feria, mientras tanto, ya está pensando en las medidas de seguridad que necesitará –sobrevuela el fantasma de los escraches a Hilda Molina y Gustavo Noriega del año pasado– y en la implementación de pantallas gigantes para seguir la conferencia del peruano, cuyo público estiman excederá las 1.000 personas que puede contener la sala donde se hará la presentación. A un mes y medio de la campana de largada, ya está calentita la Feria del Libro. Abril, ya lo dijo T.S Eliot, es el mes más cruel.
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