La poesía como tiempo recobrado. La revista turolense «Turia» publicará once poemas inéditos de Marcel Proust. La poesía, señala Mauro Armiño como traductor de la obra proustiana, «persiguió» al escritor asmático durante toda su vida: «Empezó escribiendo y publicando en alguna revista durante sus años de estudiante, no tardó en derivar hacia la narrativa, que en sus inicios quedó marcada por sus afanes líricos».
Estos poemas, que ven por primera vez la luz en español, ayudan a comprender la evolución creadora del autor de «En busca del tiempo perdido» y prefiguran su sensibilidad. Como asegura Armiño, «es en los poemas iniciales donde Proust busca en la poesía un cauce para la expresión de sentimientos o la descripción de una situación anímica personal». Entre los versos rescatados, el traductor ha seleccionado los que se adscriben «a esa corriente finisecular en la que se integran y son comprensibles». Entre ese material destaca, por su conexión con la magna obra del escritor, el titulado «Contemplo a menudo el cielo de mi memoria»: «Todo lo borra el tiempo como las olas borran / Los trabajos infantiles sobre la allanada arena / Habremos de olvidar estas palabras tan precisas / tan vagas. / Tras las que el infinito sentimos cada uno».
Entre los poetas de cabecera de Proust cabe destacar el poderoso influjo de Baudelaire y, sobre todo, el de Mallarmé, que inspiraría algún perfil literario de su magna obra.
En el «Canto general», Neruda identifica a Poe con una «matemática tiniebla». Y en «Matemática tiniebla» (Galaxia-Círculo), reúne Antoni Marí los textos en que Baudelaire, Mallarmé, Valéry y Eliot situaron a Poe en el frontispicio de la modernidad. La ecuación nerudiana, una poética que combina «la tiniebla del subconsciente con la luz de la matemática. La más bella paradoja estética: el orden del caos».
Poe señaló el camino del nuevo siglo poético. Baudelaire lo tradujo y Mallarmé lanzó los dados sobre el azar de la página en blanco. Un ensayo de Eliot proporcionó a Marí la idea de reunir los textos germinales de la poesía moderna. El autor de los «Cuatro cuartetos», subraya, «hubo de reconocer, a su pesar, la presencia de Poe en su poesía». El ordenado Eliot hubo de admitir, recalca Marí, que «uno de los peores poetas en lengua inglesa —según él— se había colado de un modo subrepticio en su propia obra poética». Al final, en su libro «De Poe a Valéry», Eliot reconocería que Poe también inspiró a los maestros franceses por «la magia musical del verso, el ritmo de la concatenación y la evolución de la melodía».
La «Matemática niebla» de Marí combina esos textos de Baudelaire, Mallarmé, Valéry y Eliot que explican «las transformaciones de la poesía contemporánea a partir del efecto que supuso el conocimiento del autor americano por parte de los poetas franceses». Baudelaire lo había descubierto en la narración «El gato negro» y veía al «poeta maldito» consagrado a la belleza. Una figura que él mismo encarnó junto con Verlaine y Rimbaud. Fue Baudelaire, concluye Marí, «quien reveló al joven Mallarmé el interés por Poe». Una influencia que prosiguió en Valéry: «Si a Baudelaire le interesaba la humanidad de Poe, y a Mallarmé su poesía, lo que interesó a Valéry fue la teoría de la poesía: la conciencia de las operaciones mentales y la imaginación consciente considerada como un instrumento de precisión».
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