Norman Mailer toma el pulso a la literatura, a sus creadores y al trabajo de la industria del libro
Norman Mailer, polémico, inconformista, siempre supo que sus opiniones sentaban cátedra. Por eso no se mordía la lengua. Era sincero. Incluso cuando apuntaba que «creo que los autores jóvenes están tan hartos de Below, Roth, Updike y yo mismo, del mismo modo que nosotros ya estábamos hartos de Hemingway y Faulkner». Contundente. Eso es lo que aparece en las páginas de «Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura», uno de los pocos libros de Norman Mailer que todavía permanecían inéditos en España y que acaba de publicar la editorial BackList. El volumen bucea en los recovecos de la industria editorial y se convierte en una especie de guía práctica para aquel que quiera adentrarse en este mundo con la complicidad de un guía que tiene mano maestra.
Sin límites
La curiosidad literaria de Norman Mailer nunca tuvo límites. Fue capaz de hacer literatura con todo tipo de materiales: desde grandes mitos del deporte, como el boxeador Muhammad Ali, iconos del séptimo arte, como la actriz Marilyn Monroe, Jesús de Nazareth y sin olvidarse del presunto asesino del presidente J. F. Kennedy (Lee Harvey Oswald) o atreverse con la controvertida figura de Pablo Picasso, el pintor más grande del siglo XX. A Mailer no le daba miedo nada. Ni el mundillo literario en el que siempre fue considerado uno de los grandes, además de estar perfectamente informado de las interioridades de la república de las letras.
El autor de «Los desnudos y los muertos» se sincera con el lector y le cuenta todo lo necesario para sobrevivir en el mundo de la letra impresa, incluso despreciando géneros y técnicas propios de un superventas como él. En este sentido, son interesantes e ilustrativos sus apuntes para aquel que quiera escribir un «best-seller», hoy tan de moda. A este respecto sostiene que escribir uno de estos libros intencionadamente «es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos en común con el acto de casarse por dinero para poco después descubrir que la ausencia de amor es más costosa de lo previsto».
Igualmente, Mailer rechaza la influencia que pueda tener en su trabajo la crítica literaria. Aquel que quiera aspirar a ser un autor destacado debe tener «confianza profesional. No arrogancia: confianza profesional». Y, para ello, hasta acude a un ejemplo cuando apunta: «En general, no importa que tu libro sea bueno o malo. A través del país, vas a obtener más o menos la misma cantidad de reseñas buenas y malas. Es probable que un libro espantoso tenga tres reseñas buenas de cada diez, y que un libro muy bueno pueda conseguir seis».
Tampoco oculta Mailer sus fobias. Aquel que crea con ilusión que para escribir bien debe leer a los clásicos, se encontrará con esa imagen desmitificada. El autor estadounidense asegura en «Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura» que le han aburrido «Moby Dick», «Rojo y Negro», «Anna Karenina», «La letra escarlata», «En busca del tiempo perdido», «Ulises», «La montaña mágica», «Los demonios» e, incluso, «Fiesta». Pero tampoco guarda demasiadas simpatías para sus contemporáneos, muchos de ellos temerosos de sus comentarios, como James Jones, que en el ejemplar de su novela «De aquí a la eternidad» escribió: «Para Norman, mi querido enemigo, mi más temido amigo». De Truman Capote deja una imagen un tanto desigual. Por un lado asegura que «escribía las mejores frases de nuestra generación», pero «no tenía buena mente». Y, a este respecto precisamente, añade un buen consejo sobre el comportamiento del escritor, con Truman Capote y otro camarada de fondo: «Los autores buenos que venden bien por lo común tienen cuidado de no estar dentro de la atención pública: Saul Bellow y John Updike, por dar dos nombres. Muy pocos pueden desacatar esa ley. Capote lo ha hecho. Gore Vidal, también. Yo, no».
¿Y los nuevos valores de la literatura? «Las correcciones», de Jonathan Franzen centra su atención tras comprobar los elogios recibidos de escritores como Foster Wallace o Cunnigham. Mailer dice que «es muy buena como novela, realmente muy buena, y, sin embargo, muy desagradable ahora que se asienta en mi memoria, como si uno hubiera estado usando la misma ropa durante muchos días».
El detalle
STEPHEN KING, «TORPE Y REPETITIVO»
Dentro del apartado dedicado a los «best- sellers», reparte aplausos y abucheos. Admira el buen hacer de García Márquez en «Cien años de soledad», «una obra asombrosa» escrita por «el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes y tres o cuatro décadas». Por su parte, Stephen King (en la imagen) era, cuando se inició en el mundo de las letras, «un escritor torpe y repetitivo al empezar, pero los lectores de “best sellers” respondieron a su sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de la mala escritura es análoga al disfrute de la comida basura». Luego King mejoró su estilo, pero no se sabe si sus lectores apreciaron este detalle.
«Un arte espectral»
Norman Mailer
Backlist
432 páginas. 19,50 euros.
Norman Mailer, polémico, inconformista, siempre supo que sus opiniones sentaban cátedra. Por eso no se mordía la lengua. Era sincero. Incluso cuando apuntaba que «creo que los autores jóvenes están tan hartos de Below, Roth, Updike y yo mismo, del mismo modo que nosotros ya estábamos hartos de Hemingway y Faulkner». Contundente. Eso es lo que aparece en las páginas de «Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura», uno de los pocos libros de Norman Mailer que todavía permanecían inéditos en España y que acaba de publicar la editorial BackList. El volumen bucea en los recovecos de la industria editorial y se convierte en una especie de guía práctica para aquel que quiera adentrarse en este mundo con la complicidad de un guía que tiene mano maestra.
Sin límites
La curiosidad literaria de Norman Mailer nunca tuvo límites. Fue capaz de hacer literatura con todo tipo de materiales: desde grandes mitos del deporte, como el boxeador Muhammad Ali, iconos del séptimo arte, como la actriz Marilyn Monroe, Jesús de Nazareth y sin olvidarse del presunto asesino del presidente J. F. Kennedy (Lee Harvey Oswald) o atreverse con la controvertida figura de Pablo Picasso, el pintor más grande del siglo XX. A Mailer no le daba miedo nada. Ni el mundillo literario en el que siempre fue considerado uno de los grandes, además de estar perfectamente informado de las interioridades de la república de las letras.
El autor de «Los desnudos y los muertos» se sincera con el lector y le cuenta todo lo necesario para sobrevivir en el mundo de la letra impresa, incluso despreciando géneros y técnicas propios de un superventas como él. En este sentido, son interesantes e ilustrativos sus apuntes para aquel que quiera escribir un «best-seller», hoy tan de moda. A este respecto sostiene que escribir uno de estos libros intencionadamente «es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos en común con el acto de casarse por dinero para poco después descubrir que la ausencia de amor es más costosa de lo previsto».
Igualmente, Mailer rechaza la influencia que pueda tener en su trabajo la crítica literaria. Aquel que quiera aspirar a ser un autor destacado debe tener «confianza profesional. No arrogancia: confianza profesional». Y, para ello, hasta acude a un ejemplo cuando apunta: «En general, no importa que tu libro sea bueno o malo. A través del país, vas a obtener más o menos la misma cantidad de reseñas buenas y malas. Es probable que un libro espantoso tenga tres reseñas buenas de cada diez, y que un libro muy bueno pueda conseguir seis».
Tampoco oculta Mailer sus fobias. Aquel que crea con ilusión que para escribir bien debe leer a los clásicos, se encontrará con esa imagen desmitificada. El autor estadounidense asegura en «Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura» que le han aburrido «Moby Dick», «Rojo y Negro», «Anna Karenina», «La letra escarlata», «En busca del tiempo perdido», «Ulises», «La montaña mágica», «Los demonios» e, incluso, «Fiesta». Pero tampoco guarda demasiadas simpatías para sus contemporáneos, muchos de ellos temerosos de sus comentarios, como James Jones, que en el ejemplar de su novela «De aquí a la eternidad» escribió: «Para Norman, mi querido enemigo, mi más temido amigo». De Truman Capote deja una imagen un tanto desigual. Por un lado asegura que «escribía las mejores frases de nuestra generación», pero «no tenía buena mente». Y, a este respecto precisamente, añade un buen consejo sobre el comportamiento del escritor, con Truman Capote y otro camarada de fondo: «Los autores buenos que venden bien por lo común tienen cuidado de no estar dentro de la atención pública: Saul Bellow y John Updike, por dar dos nombres. Muy pocos pueden desacatar esa ley. Capote lo ha hecho. Gore Vidal, también. Yo, no».
¿Y los nuevos valores de la literatura? «Las correcciones», de Jonathan Franzen centra su atención tras comprobar los elogios recibidos de escritores como Foster Wallace o Cunnigham. Mailer dice que «es muy buena como novela, realmente muy buena, y, sin embargo, muy desagradable ahora que se asienta en mi memoria, como si uno hubiera estado usando la misma ropa durante muchos días».
El detalle
STEPHEN KING, «TORPE Y REPETITIVO»
Dentro del apartado dedicado a los «best- sellers», reparte aplausos y abucheos. Admira el buen hacer de García Márquez en «Cien años de soledad», «una obra asombrosa» escrita por «el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes y tres o cuatro décadas». Por su parte, Stephen King (en la imagen) era, cuando se inició en el mundo de las letras, «un escritor torpe y repetitivo al empezar, pero los lectores de “best sellers” respondieron a su sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de la mala escritura es análoga al disfrute de la comida basura». Luego King mejoró su estilo, pero no se sabe si sus lectores apreciaron este detalle.
«Un arte espectral»
Norman Mailer
Backlist
432 páginas. 19,50 euros.
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