Poeta Julio Medina Gimenes

Poeta Julio Medina Gimenes
s no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal.Juan Gelman

miércoles, 11 de enero de 2012

ESCENARIOS- Arqueología de la milonga porteña Cuando el tango andaba de capa caída, la coreógrafa Marisa Galindo reunió a los milongueros subterráneos en importantes salas de teatro. Comenzaban los 90 y, con el tiempo, sus imágenes adquirieron valor documental para comprender los orígenes de un fenómeno cultural con presencia en todo el mundo.

PUNTO DE INFLEXION. La Milonga (1991) de Marisa Galindo explica cómo el tango llegó a ser lo que es.



En 1990 el tango social era poco más que una curiosidad arqueológica. Aquel baile que había llenado las pistas de los clubes, aquel que durante años había animado los carnavales, aquel que había sido bailado en patios y veredas estaba reducido a una expresión mínima y subterránea. Marisa Galindo –que en aquellos años estudiaba composición coreográfica con Ana Itelman por las tardes y se aventuraba en el tango por las noches– reunió a los más conspicuos milongueros de entonces en un espectáculo irrepetible que se llamó “La Milonga”; reflejos del tiempo transcurrido, aquello que fue show, hoy es documento.
Presentado originalmente en el Teatro Regio de Buenos Aires, el espectáculo tuvo varias reposiciones entre 1990 y 1996; podría afirmarse sin temor que por sus diferentes elencos transitó la flor y nata de la milonga porteña. Si bien el objetivo primordial del show era mostrar el tango de los salones en su estado más puro y genuino, también reservaba un espacio para la vanguardia: en un cuadro introductorio, jóvenes que se habían acercado al mundo de las milongas mezclaban el tango con lenguajes de la danza contemporánea.
Entre aquellos años en los que el tango andaba de capa caída y estos tiempos de vuelta olímpica, mucha agua ha corrido bajo los puentes. Algunos de los que protagonizaron “La Milonga” siguen girando en las pistas de Buenos Aires, algunos ya no están y quienes entonces eran jóvenes curiosos se transformaron en los integrantes de la generación que le enseñó a bailar a quienes hoy enseñan a bailar. Marisa Galindo recopiló las filmaciones de los espectáculos que dirigió y armó una pequeña videoteca virtual “para que todo el mundo pueda acceder a ese material; es bueno que los que se acercan al tango sepan de donde vienen las cosas” dice.
Las milongueras y los milongueros que bailaron en los espectáculos de Galindo lo hicieron con la frescura de quien nunca antes ha pisado un escenario; esa suerte de inocencia escénica es en definitiva el sello de autenticidad. “Cuando con mucho esfuerzo conseguimos el Teatro Cervantes los milongueros estaban fascinados –cuenta Marisa–. Recuerdo que el día del ensayo general, antes de comenzar, de pronto habían desaparecieron todos; desesperada salí a buscarlos y finalmente los encontré: se habían ido a hacer la visita guiada al Teatro.”
Las imágenes de “La Milonga” tienen hoy un importante valor documental; por un lado porque las filmaciones de tango de salón anteriores a la masificación de las videocámaras son una verdadera rareza, por otro porque esas imágenes cristalizan el punto de inflexión a partir del cual el tango se desplegó para ser lo que conocemos hoy en día.
Siguiendo la  huella de “La Milonga” es posible asomarse a las milongas de antaño y comprender los orígenes de lo que hoy se revela como un fenómeno cultural con presencia en todo el mundo.

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