Poeta Julio Medina Gimenes

Poeta Julio Medina Gimenes
s no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal.Juan Gelman

jueves, 2 de febrero de 2012

Francisco Urondo: la prepotencia de la literatura Militancia política y un vigor literario abrumador se observa en toda la obra, ahora reeditada, de Francisco Urondo.

URONDO. Fue poeta, periodista, académico y militante político.



La reedición que hizo Adriana Hidalgo de los textos narrativos del escritor argentino Francisco “Paco” Urondo, acompañada por la también necesaria reedición de su poesía completa y gran parte de su obra ensayística, ayudan a completar un corpus de textos que representa un auténtico epítome de una época, signada por la militancia política y un ansia de vivir desmesurada.
Urondo y sus compañeros asumieron un compromiso férreo con las luchas populares que fueron arrasadas por la última dictadura militar. Fue asesinado en una calle de Mendoza, en un enfrentamiento con una patrulla policial, dejando una estela difícil de sofocar y cumplió al pie de la letra el imperativo arltiano: “el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”.
Sin aliento
Todo eso y Al tacto (con edición y prólogo de Susana Cella), editados originalmente en 1967 y 1968, respectivamente, y la novela Los pasos previos, publicada en 1972, se pueden leer como un continuum, como un disco sin silencios en los surcos que no deja nunca de sonar. Las peripecias generacionales narradas en estos libros, recuerdan bastante al Belmondo de Sin aliento, aquel mítico filme de Jean Luc Godard, donde todo sucede a un ritmo feroz y espasmódico, con los minutos contados. La historia argentina interfiere los discursos de los personajes, denotando un compromiso amoroso y político que induce a nombrar los sitios pisados, el campo de lucha. Los lugares propician momentos
epifánicos: una función teatral, el palier de un departamento, bares de intelectuales donde la bohemia había dejado de ser abstracta y asumía una ética combativa: “Me emborrachaba como un linyera y decía cosas ‘esenciales’ en La Fantasma, especie de tugurio surrealista
donde por ese entonces se amontonaba la intelectualidad porteña”. Los personajes urondianos se las arreglan para vivir días que duran más de veinticuatro horas. El derroche de vitalidad es realmente envidiable: conviven, sin ningún inconveniente, el vértigo y los laberintos de la militancia revolucionaria con una erótica insaciable donde los cuerpos se entregan al sexo de una manera furiosa pero a la vez angustiosa,
como presintiendo que el final podía llegar en cualquier momento. Apocalípticas y nunca integradas, las criaturas de Urondo van montadas
en veloces pingos que alcanzan la velocidad de la luz pero que también lucen la belleza fugaz de una mariposa.

El tiempo todo entero
En aquellos años, los sucesos se amontonaban, las agujas del reloj eran floretes de una esgrima fantástica y cruel, mientras que del
calendario caían hojas con plazos perentorios. Todo este frenesí desbocado convirtió a Urondo en un intelectual faro: fue guionista de
cine y televisión, escribió poesía y narrativa, ejerció la docencia universitaria y el periodismo, cultivó el ensayo literario y político y participó activamente en la lucha armada. Una energía que parecía inagotable lo impulsaba siempre hacia adelante en un tiempo que fue suyo y que consumió hasta la última gota. Murió con los ideales puestos. De aquella sed insaciable, de esa búsqueda frenética, dan adecuado testimonio estas prosas de Paco Urondo, fidelísimo retrato de una gira vital, violenta y prodigiosa.





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