A Jeffrey Collé, constructor de grandes propiedades que remedan los diseños de fines de siglo, no se le ocurriría omitir una biblioteca en sus creaciones. Una casa de 1.562 metros cuadrados en un terreno de 17 hectáreas en Water Mill, Nueva York, tiene un precio de casi 30 millones de dólares y una biblioteca que Collé construyó en roble de corte a medida. Tiene espacio para más de 1.000 libros.
Collé colaboró con Bennett Weinstock, un decorador de Filadelfia famoso por sus interiores ingleses, en algunas de sus bibliotecas. Weinstock aun hoy va a hacer compras a Londres para buscar la apariencia de la encuadernación en cuero correcta, dijo.
"Hay personas que insisten en que sean en inglés porque quieren que parezca que pueden leerlos", dijo Weinstock. "A otros no les importa en qué idioma estén los libros siempre y cuando las encuadernaciones sean bellas".
Hasta un constructor moderno como Steve Hermann de Los Ángeles, que realiza casas por muchos millones de dólares para compradores como Christina Aguilera, incluye hectáreas de estantes en sus casas, Hermann diseñó una casa estilo Richard Neutra revestida en vidrio con un sistema de bibliotecas de 18 x 4 metros, que tiene espacio para 4.000 libros, dijo. "¿Pero quién tiene 4.000 libros?" preguntó. Ordenó 2.000 libros forrados en blanco a Thatcher Wine, que crea colecciones personalizadas de libros en su depósito de Boulder, Colorado.
Wine cobra de 80 a 350 dólares por 30 centímetros. El muy apreciado pergamino es más costoso, unos 750 dólares los 30 centímetros; una biblioteca que hizo para un gerente de capitales privados costó alrededor de 80.000 dólares, dijo. "Podría haber colgado obras de arte", dijo Hermann. "Pero me gusta la sensación que da la textura de las bibliotecas".
Federico Uribe, un artista conceptual colombiano que trabaja en Miami, ordenó miles de libros en los colores primarios para hacer esculturas de palmeras y boas constrictoras. ("La mayoría de la gente destruye árboles para hacer libros", dijo Uribe. "Yo destruyo libros para hacer árboles. Me gusta que los libros cuenten una historia en otro idioma").
Algunos diseñadores hacen retoques en los libros que sus clientes ya tienen. Peter Pennoyer, un arquitecto de Nueva York, está diseñando cajas de madera que parecen libros prolijamente encuadernados para guardar una colección desordenada de clásicos de un cliente.
Alexa Hampton, decoradora neoyorquina dijo "La gente para la cual trabajo no quiere los libros como un fondo o una escenografía, cosa que ocurría hace 20 años. Ahora, quieren libros que realmente puedan leer".
Hampton y uno de sus clientes pasaron hace poco una mañana entera en la librería Strand de Nueva York, un enorme emporio de libros usados y raros. "Con la gente leyendo menos, podría pensarse que dirían `Simplemente llénela de libros y que luzca bien’, dijo Hampton. "Al contrario, están más comprometidos".
Jenny McKibben, que dirige la sección de libros por metro en Strand, toma sobre todo órdenes telefónicas y por Internet.
Los diseñadores del Rockwell Group consultaron por "temas relacionados con Sin City", dijo, para los más de 1.000 libros que debían distribuir en el casino de 10.200 metros cuadrados y 2.995 habitaciones del Cosmopolitan de Las Vegas, el nuevo centro turístico con casino del lugar.
En Wonder Book, con sede en Maryland, Chuck Roberts, su afable propietario, dijo que recibe pedidos de desarrolladores, diseñadores de sets cinematográficos, decoradores y hasta planificadores de bodas.
"Tuvimos un año excelente batimos todos los récords", dijo Roberts. Un informativo de TV quería libros forrados en lino cortados por la mitad para la falsa biblioteca de un programa de entrevistas con políticos. Y un restaurante de Chicago llamó recientemente preguntando si no podían enviarle libros encuadernados en tela gastada.
"Objetivar objetos es una tendencia que vale la pena observar" para el año que comienza, dijo Ann Mack de JWT New York, la agencia de marketing y publicidad.
Mack agregó que estaba "renovando" su propio departamento.
Se preguntaba si no podría apilar sus libros y transformarlos en las patas de una mesa de café. "Después puedo poner arriba mi Kindle", dijo.
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