El hombre mediocre
- Introducción:
El ideal es un gesto del espiritu hacia alguna perfeccion.
Un hombre, un grupo o una raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su imaginación a concebir perfeccionamientos posibles. Los ideales aparecen cuando el pensar alcanza tal desarrollo que la imaginación puede anticiparse a la experiencia; son creencias que influyen en nuestra conducta en la medida en que lo creemos.La imaginación es la madre de toda originalidad la cual despoja a la realidad de todo lo malo y lo adorna con todo lo bueno. El idealismo se trata de un juego de palabras que transportan a la doctrinas filosoficas el sentido que tienen los vocablos idealismo y materialismo en el orden moral.
Se es idealista persiguiendo las quimeras mas contradictorias; sin ideales seria inconcebible el progreso; los ideales aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría. Los ideales suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tirania del engranaje liberador, aborrecen toda coaccion, sienten el peso de los honores con los que se intenta domesticarlos y hacerlos complices de los intereses creados, dóciles, maleables, solidarios, uniformes en la comun mediocridad.
Los ideales romanticos son exagerados porque son insaciables; comprenden que todos los ideales contienen una poaarticula de utopia y pierden algo al realizarse. Creen que la suprema dignidad se incuba en el sueño y la pasion. En todo lo perfectible cabe un romanticismo: su orientación varia con los tiempos y con las inclinaciones. Algunos romanticos se creen providenciales y su imaginación se revela por un mismismo constructivo.
Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan. Busca los caminos propicios, aprende a salvar las asechanzas que la mediocridad le atiende. El idealista estoico mantienese hostil a su medio. Su actitud es de abierta resistencia a la mediocridad organizada; le sirve estar libre para realiza toida perfeccion que solo dependde de su esfuerzo.
- Capítulo 1
La mediocridad podra definirse como una ausencia de caracteristicas personales que permiten distinguir al individuo en su sociedad. La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demas. El hombre sin personalidad no es un modelo, sino una sombra.
Cada uno es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los organos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultadote las multiplesinfluencias del medio sociales que esta obligadoa vivir. Esta accion educativa es una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva: una continua aclimatizacion del individuo en la sociedad. La imitación desempeña un paple amplisimo, exclusio en la foprmacion de la personalidad social. La diversa adaptación de cada individuo a su medio depende del equilibrio entre lo que imita y lo que inventa. El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio. La funcion capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa,; la del hombre superior es la imaginación creadora.
Todos los hombre de personalidad firme son hostiles a la mediocridad. La psicología de los hombres mediocres caracterizase por un riesgo comun: la incapacidad de concebir una perfeccion, de formarse un ideal.
La vulgaridad es el aguafuerte de la mediocridad. Transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardia, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo. Lleva a la ostentación, la avaricia, a la falsedad, a la avidez, a la simulación.
- Capítulo 2
La Rutina es un esqueleto fosil cuyas piezas resisten a la carcoma de los siglos. En su orbita giran los espiritus mediocres: es el habito de renunciar a pensar; repiten que es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer. Todo es menor esfuerzo. Los rutinarios razonan con la logica de los demas, son intolerantes, prefieren el silencio y la inercia; no pensar es su unica manera de no equivocarse. Adora el sentido comun sin saber de seguro en que consiste; confundenlo con el buen sentido, que es su síntesis. Son incapaces de guardar un secreto; confiarselo equivale guardar un tesoro en una caja de vidrio. La mediocridad intelectualhace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no le envenenan la vanidad ni la envidia, diriase que duermen sin soñar.
El hombre mediocre que se aventura en la liza social tiene apetitos urgentes: el éxito. No sospecha que existe otra cosa, la gloria, ambicionada solamente por los caracteres superiores. Aquel es un triunfo efimero, al contado: esta es definitiva. El uno se mendiga; la otra se conquista.
- Capítulo 3
La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad. Los hombres rebajados por la hipocresía viven si ensueño. Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilineas. Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traicion y timidos en la lealtad. Cierran todas las rendijas de su espiritu por donde podria asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira. El hipócrita suele aventajarse de su virtud fingida, mucho ams que le verdadero virtuoso.
Las mediocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso: prefieren el honesto y lo encumbran como ejemplo. La virtud eleva sobre la moral corriente; implica cierta aristocracia del corazon, propia del talento moral; el virtuoso se anticipa a alguna forma de perfeccion futura y le sacrifica los automatismos consolidados por el habito. El honesto, en cambio, es pasivo aunque permanece por debajo de quien practica actifvamente alguna virtud y orienta su vida hacia algun ideal limitandose a respetar los prejuicios que lo asfixian. Admirar al hombre honesto es rebajarse; adorarlo es envilecerse.
Los tranfugas de la moral son rebeldes a la domesticacion; desprecian la presente cobardia de Tartufo. Ignoran su equilibrismo, no saben simular, agraden los principios consagrados; y como la sociedad no puede tolerarlos sin comprometer su propia existencia, ellos tienden sus guerrillas contra ese mismo orden de cosas cuya custodia obsesiona a los mediocres.
La honestidad es una imitación; la virtud es una originalidad. Ser honesto significa someterse a las convenciones corrientes; ser virtuoso significa a menudo ir contra ellas. La evolucion de las virtudes depende de todos los factores morales e intelectuales. El cerebro suele anticiparse al corazon pero nuestros sentimiento influyen mas intensamente que nuestras ideas de la formación de los criterio morales. La virtud es una tension real hacia lo que se coincibe como perfeccion ideal. Cada uno de los sentimiento sutiles para la vida humana engendra una virtud; el hombre mediocre ignora esas virtudes.
Los pequeños virtuosos prefieren la practica del bien a su predica: evitan los sermones y enaltecen su propia conducta. Nunca olvidan sus propias culpas y errores, y si no justifican las ajenas, tampoco se preocupan de atormentarlas con su odio, pues saben que le tiempo las castiga fatalkmente. Su corazon es sensible a las pulsiones de los demas. Aprueban y cultivan cualquier germen de cultura.
La santidad existe: los genios morales son los santos de la humanidad. Toda santidad es excesiva, desbordante, obsesionadota, obediente, incontrastable: es genio. La santidad crea o renueva por eso el genio moral es incompleto mientras no actua.
- Capítulo 4
El hombre que piensa copn su propia cabeza y la sombra que refleja los pensamoientos ajenos parece pertenecer a mundos distintos. Hombres y sombras: difieren como el cristal y la arcilla. El cristal tiene una forma preestablecida en su propia composición quimica: cristalizan en ella o no; pero nunca tomara otra forma que la propia. De igual manera que el hombre superior es siempre uno. Si el clima le es propicio proyecta sobre el medio sus caracteristicas propias. La arcilla, en cambio, carece de forma propia y toma la que le imprimen las circunstancias exteriores, los seres que la presionan o las cosas que la rodean; conserva el rastro de todos los zurcos y el hoyo de todos los dedos.
La costumbre a obedecer engendra una mentalidad domestica. El que nace de siervos le trae en la sangre. Hereda habitos serviles y no encuentra ambiente propicio para formarse un carácter. Las vidas iniciadas en la servidumbre no adquieren dignidad.
El orgullo, subsuelo indispensable de la dignidad, imprime a los hombres cierto gesto que las sombras censuran: la vanidad. El vanidoso vive comparandose con los que lo rodean, envidiando toda excelencia ajena y carcomiendo toda reputacion que no puede igualar.
El que aspira a parecer renuncia ser. Credo supremo de todo idealismo, la dignidad es univoca, intangible, intransmutable. Es síntesis de todas las virtudes que acercan al hombre y borran la sombra: donde ella falta no existe el sentimiento del honor. Y asi como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos. La dignidad estimula toda perfeccion del hombre; la vanidad acicatea cualquier éxito de la sombra. Los orgullosos tienen el culto de su dignidad: quieren poseerla inmaculada, libre de remordimientos, sin flaquezas que la envilezcan o la rebajen. A ella sacrifican bienes, honores, exitos: todo lo que es prpicio al crecimiento de la sombra.
- Capítulo 5
La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del merito por la mediocridad. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno. La envidia nace, pues, del sentimiento de inferioridad respectop de su objeto; los celos derivan del sentimiento de posesion comprometido; la emulación surge del sentimiento de potencia que acompaña a toda noble afirmación de la personalidad. Por deformación de la tendencia egoísta algunos hombres estan naturalmente inclinados a envidiar a los que poseen tal superioridad por ellos anhelado en vano; la envidia es mayor cuando mas imposible se considera la adquisición del bien codiciado. Es el reverso de la emulación; esta es una fuerza propulsora y fecunda, siendo aquella una remora que traba y esteriliza los esfuerzos del envidioso.
Siendo la envidia un culto involuntario del merito, los envidiosos son, a pesar suyo, sus naturales sacerdotes. El envidioso activo posee una elocuencia intrepida, disimulando con niagaras de palabras su estiptiquez de ideas. Prentende sondar los abismos del espiritu ajeno, sin haber podido nunca desenredar el propio. El envidioso cree marchar al calvario cuando observa que otros escalan la cumbre. Muere en el tormento de envidiar al que le ignora o desprecia. Lo que es para otros causa de felicidad, puede ser objeto de envidia. El motivo de la envidia se confunde con el de admiración, siendo ambos dos aspectos de un mismo fenómeno. Solo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidoar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El gemido que la insuficiencia arranca a la vanidad es una forma especial de alabanza. Toda culminacion es envidiada. En la mujer la belleza. El talento y la fortuna en el hombre. En ambos la fama y la gloria, cualquiera que sea su forma. El hombre vulgar envidia las fortunas y las posiciones burocraticas. El talento-en todas sus formas intelectuales y morales: como dignidad, como caracater, como energia-es el tesoro mas envidiado entre los hombres. Hay en el domestico un sordido afan de nivelarlo todo, un obtuso horror a la individualizacion excesiva: perdona al portador de cualquier sombra moral, perdona la cobardia, el servilismo, la mentira, la hipocresía.
El castigo de los envidiosos estaria en cubrirlos de favores, para hacerles sentire que su envidia es recibida como homenaje y no como un estiletazo.
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