Y el corazón y el cálculo y la brújula, fracasando los tres. No hay quien te acierte. No verte.Gerardo Diego
Poeta Julio Medina Gimenes
jueves, 27 de enero de 2011
Poesía americana
Muchas veces nos hemos preguntado ¿por qué nuestros Vates no cantan los interesantes
episodios de la guerra de la Independencia, o las costumbres y tradiciones de nuestro
pueblo? Hasta hoy, con señaladas excepciones, no hemos visto sino poesías amatorias,
tiernamente triviales, que constituyen un anacronismo literario, si vale la expresión, en esta
época de grandes trabajos sociales y de pensamientos graves para la América. Nuestra
poesía no es nacional: es un remedo frío de la poesía del viejo-mundo, o una parodia de las
desesperaciones rimadas de la escuela de Biron, cuyas tristuras y arrebatos ningún eco
pueden tener en esta parte del mundo en que todo es nuevo, todo vigoroso y lleno de
esperanzas. Por eso mismo causa pesar el desperdicio que hacen nuestros poetas del don
divino con que han sido favorecidos; por eso dura poco tiempo en nuestras manos un libro
de versos; el espíritu no encuentra allí lo que buscaba, ni halla la expresión de las
necesidades sociales, ni un fin social y nacional como naturalmente se espera del vate, es
decir, del inspirado sacerdote de una civilización recién nacida, llena de libertad y de
porvenir.
El señor Ascasubi ha entendido sus deberes como poeta, y en consecuencia consagra su
numen a la pintura fiel de lo que pasa a su rededor y de los episodios de la interesante lucha
trabada en la República Argentina entre la barbarie de las Pampas y la civilización de las
ciudades, desde la aparición del famoso gaucho Juan Manuel Rosas. Como una muestra de
esta poesía social transcribimos el siguiente artículo del Comercio de Valparaíso,
conservando el breve juicio que hacen de Ascasubi los Editores.
«En los poetas es en quienes se realizan aquellas hermosas palabras de Jesucristo: -En
mi reino los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. -Los que han
comprendido el sentido de estas palabras, y han imitado a aquel que se bajaba hasta los
pobres y los pescadores, han subido como él a la cumbre de la gloria. -Esopo se inmortaliza
abatiéndose hasta la inteligencia de la niñez. Teócrito pasa a la posteridad en boca de sus
sencillos pastores, y Beranger llena el mundo con su nombre al son de sus modestas
canciones, mientras que otros, que han querido remontarse hasta el cielo [VIII] ardiente de
la poesía de Homero, han caído como Ícaro entre las ondas frías del olvido.
«En nuestra América tenemos también algunos ejemplos que comprueban esta verdad.
»Tanto cuanto ha querido descender un poeta hasta la inteligencia del pueblo, tanto más
se ha elevado, porque hablando con su buen sentido, haciendo vibrar las cuerdas más
armoniosas del corazón, y presentando en imágenes poéticas, aunque sencillas, las ideas y
los sentimientos de la comunidad, se labraba voluntariamente un pedestal de gloria. Son raros sin embargo los que sobresalen en este género, porque para ello se necesita poseer
aquella difícil facilidad, que hace exclamar:
Eso yo también me lo diría,
y que sin embargo es sólo el patrimonio de los genios superiores, que rozan la tierra con sus
alas, porque pueden encumbrar su vuelo a las esferas.
»Entre los varios ejemplos que podríamos presentar en América, citaremos el nombre de
don Bartolomé Hidalgo, quien hablando el lenguaje tosco y pintoresco de los gauchos de la
República Argentina, ha sido el creador de un nuevo género de poesía, y ha puesto la piedra
fundamental de lo que propiamente se puede llamar la égloga americana, y que cada
sección de nuestro continente puede aclimatar bajo su cielo, poniéndola en armonía con el
modo de decir tan nuevo y tan vigoroso de los pueblos americanos, teniendo además el
recurso de la originalidad de sus costumbres y de la novedad de los países en que viven.
Hasta el presente este género es lo único original que tenemos, lo único que puede llamarse
americano: todo lo demás es una imitación más o menos feliz de la poesía europea.
»Hay muchos que han procurado imitar a Hidalgo, pero como lo dice el ilustrado editor
de la América poética, todos han quedado muy lejos del maestro. Uno sólo de sus
imitadores ha conseguido llamar sobre sí la atención: este es don Hilario Ascasubi, bien
conocido por varias composiciones del género de que hemos hablado, las cuales han sido
reproducidas en casi todos los diarios americanos, y muy especialmente en los de Chile.»
Personas muy caracterizadas del Río de la Plata, allí donde la literatura no se divorcia
con los más altos empleos, han publicado espontáneamente juicios favorables y elogios a la
belleza de los cuadros poéticos del señor Ascasubi. El doctor don Valentín [IX] Alsina,
gobernador que fue de Buenos Aires y uno de los publicistas más conocidos en aquel país,
escribió llamando la atención sobre el alcance social de las producciones de nuestro poeta,
y diciendo en el periódico, el Comercio del plata del 12 de agosto de 1848, lo que sigue:
La encuhetada
Se ha publicado en estos últimos días la Encuhetada, obra poética del señor Ascasubi y
escrita en un género desconocido en la literatura de todos los países. Él es producción
exclusiva de las márgenes del plata, y es también exclusivo el cetro que en él empuña el
señor Ascasubi hace ya muchos años. Tiene este género la desventaja de que lo que es hermoso en un país, quizá no lo sea en
los otros; sus bellezas son locales, y no pueden percibirse por quien ignora las habitudes de
nuestros campesinos, y el idioma sui generis que les es peculiar. Pero tiene a su vez la
ventaja de adaptarse a toda clase de asuntos. Lo chistoso y lo serio, la crítica y la moral, las
costumbres y la política, todo puede ser tratado en este género. Esta observación, cuya
verdad está prácticamente demostrada por el señor Ascasubi en La Encuhetada y en todas
sus anteriores producciones, es muy digna de atención: porque, como este género tiene
tanta aceptación en cierta clase inculta de nuestras sociedades, puede ser un vehículo que
una administración sagaz sabría utilizar para instruir a esas masas y trasmitirles sucesos e
ideas de las que de otro modo nada saben ni nada se les importa.
Hacer hablar a nuestra gente de campo de política o de lo que se quiera, pero en su
mismo lenguaje, a la manera que en la égloga se hace hablar a los pastores el lenguaje de
los pastores; hacerles hablar con sus mismos modismos, con sus metáforas y alegorías, con
sus voces habituales que a veces son tan fuertemente expresivas, mezclar hábilmente lo
jocoso con lo formal, proponerse siempre una idea u objeto moral o instructivo, saber
aprovechar el auxilio de la rima y emplear siempre el metro que es favorito en esas gentes,
y que parece fuera natural en el hombre, el romance u octosílabo, tal juzgamos que es el
carácter distintivo de este apreciable género, que, lo repetimos, es exclusivamente nacional
y en cuya importancia quizá no se ha fijado aún bastante la atención.
Esas dotes reúne sin duda La Encuhetada; por cuyo acertado desempeño felicitamos a su
festivo autor. No queremos perjudicarla: [X] y por esto nos ceñiremos a dar una idea de su
objeto, y a presentar una muestra de su desempeño.
Su folleto de 34 páginas de 4º menor y con dos láminas, es la introducción de un trabajo
que tiene, por objeto la Intervención europea, especialmente en su relación con la
Inglaterra, sin que por eso el autor y...
sin que dentre en sus deseos
ni un remoto pensamiento
de hacer en el fundamento
agravio a los Europeos.
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