Y el corazón y el cálculo y la brújula, fracasando los tres. No hay quien te acierte. No verte.Gerardo Diego
Poeta Julio Medina Gimenes
jueves, 27 de enero de 2011
Hilario Ascasubi
Si la poesía, en un sentido más lato, es la apreciación exacta y la fiel reproducción de la
naturaleza, el señor Ascasubi es poeta; pero en su poesía no se deben buscar las
concepciones trágicas, los sueños sentimentales y voluptuosos, ni la ternura apasionada de
los antiguos poemas alemanes; tampoco la exposición pintoresca, el brillo, la acción, el
nervio de los viejos cuentos españoles, ni menos la salvaje energía, la lúgubre profundidad
de los himnos sajones.
El señor Ascasubi no pertenece a la categoría de poetas que Taine, Morin y otros han
bautizado con el nombre de lakistes, pálidos imitadores de Chateaubriand, que sólo saben
vibrar una nota vaga, tierna y plañidera; está distante de seguir la escuela de los que a todo
trance quieren aparecer escépticos, abrumados por el tedio como Biron, sin poseer las
sublimes cualidades del autor de Lara y de Manfredo, sin haber sufrido sus padecimientos,
sin estar atormentados por el genio «de ese ángel o demonio»; tampoco sigue a los afiliados
en el gremio de la fantasía, como Banville, Bandelaire, Pommier, etc. No; el poeta porteño
ha aspirado a enrolarse, bajo otra bandera, y en esas filas ha obtenido un rango superior.
El señor Ascasubi ha comprendido que en este siglo, el poeta debe elevarse a otras
esferas, ser el sacerdote de la idea, servir la causa de la libertad y del progreso, emplear un
acento viril para [XIV] alzarlo en las luchas de la humanidad que se esfuerza por hacer
triunfar el derecho y la justicia.
En su género, y aun cuando dista mucho en cuanto a la forma, ha emprendido el camino
que llevan De Laprade, Dupontavice, De Heussey, Carlos Alexandre, Esteban Arago y
otros pocos que se empeñan en salvar de su ruina la poesía francesa.
El señor Ascasubi, por la originalidad, tiene muchos puntos de contacto con el célebre
Jasmín, cuyos cantos, en una lengua que tiende a desaparecer, han arrancado estrepitosos
aplausos a las grandes ilustraciones literarias de la capital de la Francia. Por su buen sentido
y su naturalidad podría decirse que ha bebido en las mejores obras del buen La Fontaine,
Por su robusta entonación en defensa de la patria y de la libertad, tiene grande analogía con
el amable Beranger, el bardo popular de Francia, tan amado por los hijos de las clases
trabajadoras y tan injustamente calumniado después de su muerte, aun por algunos que se
llaman liberales y que han dado algunas pruebas de verdadero liberalismo, los cuales se
cuenta Pelletan.
El señor Ascasubi ha sabido separarse de esa trillada senda que han recorrido muchos
poetas americanos, que no han tenido en mira fundar una literatura propiamente nacional, y
que han empleado sus robustas facultades en imitar el lenguaje, las formas, los sentimientos
y aun asimilarse las enfermedades del corazón de los escritores desesperados o
desesperanzados de viejas sociedades europeas.
El señor Ascasubi ha comprendido que el poeta debe servir prácticamente al pueblo, y
ha cantado la libertad, ha tronado contra la tiranía, ha seguido paso a paso los terribles
episodios, las tremendas escenas que se han desarrollado en las dos riberas del Plata; y para
dar a sus agradables e interesantes descripciones un tinte original y algo de color local, ha empleado el lenguaje animado, expresivo, varonil hasta en su misma falta de cultura, de los
gauchos, de esos habitantes de las Pampas que, acostumbrados a vivir dueños de sí mismos,
han defendido con brío la libertad y la independencia, cuando ellas han estado amenazadas
o próximas a sucumbir.
En los versos del señor Ascasubi, aún en sus cóleras y sus indignaciones patrióticas, en
sus lides políticas, muestra siempre ese buen humor que indica la necesidad de reír y de
hacer reír, sin ser enfadoso ni pobre o de espíritu; pues no siempre es justa la máxima de
Vauvenargues:
La moquerie est souvent indigence d'esprit.
El bardo argentino se exhibe las más de las veces burlón y tundador; pero no es cruel en
sus sátiras, ni mordaz en sus epigramas: «pica como una abeja sin veneno.» Sin embargo,
en más de una ocasión sus rimas han debido causar escozor al prójimo.
Aun cuando muchas composiciones del señor Ascasubi presentan hermosos versos que
pudiéramos citar como modelos en su género, nos abstenemos de hacer transcripciones, una
vez que pensamos [XV] reproducir muchas de las poesías contenidas en los dos tomos de
obras completas del autor, como en su romance «Los dos Mellizos», y en su periódico
titulado «Aniceto el Gallo.»
Antes de terminar este artículo nos permitiremos trazar algunas líneas acerca de la
biografía del autor.
Hilario Ascasubi nació en la provincia de Córdoba, el año de 1807, de camino su familia
para Buenos Aires, en cuya ciudad hizo sus primeros estudios. En 1819 emprendió un viaje
por la América del Norte y la Guayana francesa. Embarcose el señor Ascasubi en la barca
llamada la Rosa Argentina, primera que atravesó la línea equinoccial, llevando orgullosa el
pabellón mercante de la República Argentina: 1822.
En 1822 regresó a Buenos Aires; después se encaminó a Bolivia, y tres años más tarde
bajó a la provincia de Salta, en la República Argentina. A la sazón se organizaba en esa
provincia un cuerpo de infantería con el noble objeto de libertar a la república oriental del
Uruguay, de la dominación de los brasileros, a quienes venció el ejército argentino en la
batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827. Ascasubi sirvió bajo las órdenes del bizarro
coronel José María Paz, y luego a las del general Lavalle.
En 1828 quedó consolidada la independencia del Uruguay, y Ascasubi volvió a Buenos
Aires, afiliándose en el partido que el sanguinario Rosas llamaba «de los salvajes
unitarios.»
Rosas, con sus instintos de hiena, persiguió a todos los buenos patriotas; Ascasubi no
podía dejar de ligurar entre las víctimas de ese tirano, y fue aherrojado en un oscuro
calabozo, donde permaneció 23 meses. De tan agradable morada fue trasladado a otra
hermosa residencia, a bordo de un pontón, El Cacique; y allí empezó el bardo a extender
sobre el papel sus primeros versos gauchos. Pero Rosas no se limitó a hacer esas caricias y tales agasajos al poeta porteño; hizo algo
más: ordenó que le fusilasen por pronta providencia; pero uno de los gobernadores
delegados del famoso restaurador y federalista, don Tomás Manuel de Anchorena, tuvo el
buen gusto de no cumplir esa orden, caso raro de desobediencia en aquella época bendita de
la mashorca.
El benigno y civilizado Rosas se hallaba a la sazón en campaña. Al regresar a Buenos
Aires supo que Ascasubi no había sido fusilado, y lo mandó prender de nuevo: hizo que le
encerrasen en una fortaleza, teniendo el propósito de hacerle emprender luego el viaje de
donde no se vuelve; y a fe que así habría sucedido, si el gaucho cantor no hubiera tenido la
idea de trepar sobre la muralla y dejarse caer en un foso que estaba a 15 metros más abajo.
En tal ejercicio gimnástico pudo haberse roto la cabeza; pero más seguro era que Rosas se
la mandara cortar: el cálculo del bardo fue, pues, muy acertado. De su salto peligroso salió
bien Ascasubi, y pudo ponerlas en polvorosa y asilarse en el territorio de la República
Oriental.
Desde Montevideo, donde se habían refugiado centenares de argentinos perseguidos por
Rosas, Ascasubi declaró guerra abierta al tirano, poniendo al servicio de la buena causa su
espada, su pluma y sus recursos pecuniarios.
En 1843, después de tantos años de luchas, en que Ascasubi [XVI] perdió dos hermanos
y muchos amigos, Rosas envió a su igual, el cruel Oribe, a que conquistase la Banda
oriental. Fue entonces que intervinieron la Francia y la Inglaterra con sus escuadras y mas
de 4.000 hombres de desembarco, fuerzas que permanecieron en Montevideo.
En 1851, el general don Justo José de Urquiza se pronunció contra Rosas, batió a Oribe
y engrosó sus filas con los soldados de ese sanguinario militar. Aliado más tarde con los
brasileros, emprendió su campaña contra el tirano, a quien puso en vergonzosa derrota en
Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852.
En aquella memorable y gloriosa campaña, Ascasubi figuró como ayudante de campo
del general Urquiza.
Desde que la República Argentina recobró su libertad, Ascasubi le ha seguido prestando
sus útiles servicios. En el deplorable conflicto que surgió entre Buenos Aires y las trece
provincias, Ascasubi tomó parte por la provincia disidente.
El poeta argentino acaba de hacer un viaje a Europa, y no dudamos que al regresar a su
patria se esforzará por excitar el patriotismo de los argentinos, a fin de que pongan término
a esas querellas de familia que impiden el adelanto del país en el interior, quitándole
prestigio en el exterior. Esa es la misión de un buen ciudadano y del poeta de la moderna
escuela, que es la sostenedora del Derecho y la Justicia.
J. M. Torres Caicedo Como complemento a las noticias biográficas que en el anterior artículo inserta el señor
Torres Caicedo, reproducimos la vista fiscal que se dio en el expediente de retiro a
inválidos, promovido por el señor Ascasubi.
Dice así:
Excelentísimo señor:
Por las poderosas razones que expresa la Comandancia general de Armas y la
Contaduría general, es evidente que al señor teniente coronel don Hilario Ascasubi le
corresponde el retiro a inválidos con las dos terceras partes del sueldo de su clase.
Pero si la causa que combatió la tiranía sangrienta de Rosas ha triunfado, si los servicios
prestados a esa causa de la civilización contra el crimen y la barbarie son grandes méritos
para con la patria, es preciso hacer a favor de los ciudadanos que prestaron señalados
servicios en esa lucha horrible, todo cuanto sea permitido, aun dando una interpretación lata
a la ley de setiembre. [XVII]
El señor teniente coronel Ascasubi, de pública notoriedad, ha sido uno de los militares
que, habiendo pertenecido desde muy joven al ejército nacional de la guerra del Brasil,
perteneció siempre a la causa de la libertad; por ella se ha sacrificado, ha emigrado, fue
encarcelado y borrado de la lista militar; perteneció a los ejércitos libertadores, al sitio de
Montevideo, a la cruzada para derrocar a Rosas, y ha estado constantemente del lado de la
causa de los principios durante el sitio de esta ciudad y de todos los conflictos por que ha
pasado el país. Con sus fondos particulares proveyó de armas al general Lavalle, armó y
tripuló un buque a su expensa durante la cruzada del mismo general, y su casa y su fortuna
han estado siempre a disposición de sus compañeros de emigración.
Cuando estuvo en buenas condiciones de fortuna, pidió su separación del servicio por no
ser gravoso al Estado, dando a establecimientos públicos los sueldos que se le adeudaban.
Desgracias inesperadas le han hecho perder su fortuna, en edad avanzada; o inútil ya
para servicios activos, rodeado de sinsabores domésticos, debe ser recompensado por sus
méritos notorios.
La ley de pensiones acuerda la totalidad del sueldo a los que quedaron inutilizados por
función de guerra, inciso 1º, artículo 17. El Fiscal cree que Vuestra Excelencia en atención
a los remarcables servicios de este Jefe, que es más meritorio que si se hubiese inutilizado
por heridas en función de guerra, debiera acordarle el sueldo íntegro con retiro a inválidos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario