Al Señor don Jorge Atucha,
A usted, mi compatriota, mi contemporáneo y amigo de los años juveniles, desde que
siempre fue intachable patriota argentino, sin transigir nunca con los tiranos del país ni con
los esbirros del sanguinario Rosas, exponiendo su vida y su fortuna por salvar a muchos de
los que ellos ferozmente persiguieron;
A usted, que tanto ha contribuido a embellecer la ciudad de Buenos Aires alzando
espléndidos edificios, y a poblar con vastos establecimientos de campaña nuestras dilatadas
pampas, siendo el generoso protector de los paisanos que le labran sus tierras y apacientan
sus numerosos rebaños;
A usted, mi consolador después de los sinsabores e infortunios que pasé, en el tremendo
sitio de [IV] París, y durante los luctuosos días que siguieron en Buenos Aires a la
mortífera epidemia, cuando me repose en su albergue y su compañía;
A usted, que sabrá apreciar cuánto, a mi regreso otra vez a París, me habrá distraído y
aliviado en algo las horas de quebranto el ocuparme en dar término a mi poema de Los
mellizos;
A usted, el sagaz conocedor de nuestra campaña como del carácter de los gauchos
argentinos;
A usted pues, que sabe comprender y podrá disimular los defectos de una obra escrita
con ánimo conturbado y tan lejos de nuestras praderas queridas y sus característicos
habitantes, a usted lo dedico este libro, rogándole se sirva aceptarlo con mi ardiente deseo
de que le sea agradable su lectura o lo distraiga al menos en los padeceres de su salud
quebrantada, y le anime el recuerdo de este su antiguo y reconocido compatriota y amigo,
Hilario Ascasubi. París, 2 de agosto de 1872. [V]
Prólogo del editor
Las poesías que damos al público son una verdadera novedad del nuevo mundo, y una
pintura al natural del estado íntimo de una sociedad no estudiada, pintoresca, llena de vida,
que siente y se expresa en un lenguaje peculiar. Esas poesías son más bien la poesía (si la
gramática lo permite) de todo un pueblo, el pueblo argentino, pero no el que se asila en las
ciudades y remeda los usos y costumbres de la Europa, sino del que habita las campañas y
deja volar independiente su imaginación, ya al hacer surcos con el arado en una tierra
virgen, o ya apacentando los rebaños bravíos montado en potros indómitos.
La originalidad del teatro, de los hábitos y de los tipos que constituyen el movimiento
dramático de la obra, ha aconsejado al autor el poner al pie de cada página las notas que
explican el sentido técnico, por decirlo así, de cada una de las voces de los gauchos algo
civilizados ya, como presumía [VI] serlo Santos Vega, el recitador en este poema. El uso de
este lenguaje, ajeno en muchas voces y modismos al idioma de la literatura española, es
indispensable y requerido para revelar los secretos y los hábitos de la vida de las campañas
argentinas, que el autor se ha propuesto sacar al conocimiento y examen de la crítica;
porque en los pueblos, lo mismo que en los individuos, el estilo, el lenguaje, los modismos,
son la parte más profunda, más homogénea, más explicativa de su ser. Los inconvenientes
que esta circunstancia puede ofrecer a los que no estén familiarizados con esos modismos
del lenguaje del gaucho serán salvados por las notas que hallarán en cada página de la obra,
las que contendrán la acepción analítica y práctica de todas las palabras que vayan en
bastardilla en el cuerpo del poema; y aun de todas las que sean ajenas al diccionario
español.
El gaucho es conocido nada más que de nombre, o por relaciones imperfectas. Hay de él
un tipo convencional, pero no un verdadero retrato de su naturaleza altanera, libre, arrojada
y generosa a la vez. Actor principal en la lucha de la independencia y en las guerras civiles
subsiguientes, es soldado y pastor; y, como que pertenece a un pueblo democrático, se
interesa y toma parte en las cuestiones sociales, y se alista, según sus instintos, bajo las
banderas que le son simpáticas. La patria es antes que todo la pasión dominante del gaucho
argentino, y con ella se dividen su amor al caballo y la mujer, a quienes él poetiza sin
saberlo.
Esta personalidad es la que se revela toda entera intus et in ente en las poesías del señor
Ascasubi, que tenemos la fortuna de dar a luz. Ellas no son bien conocidas todavía aún
fuera del país del autor, sin embargo de ser allí muy populares y de haber llamado la
atención de literatos americanos pertenecientes a las Repúblicas del Río de la Plata.
En 1848 la prensa periódica de Chile llevó a lo [VII] largo del litoral del Pacífico una de
las composiciones de nuestro poeta, y el periódico de Bogotá, titulado el Neo-Granadino,
le consagró al señor Ascasubi el artículo siguiente, apoyándose en el juicio emitido por el
Comercio de Valparaíso, redactado por el doctor don Juan María Gutiérrez.
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