Poeta Julio Medina Gimenes

Poeta Julio Medina Gimenes
s no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal.Juan Gelman

sábado, 20 de agosto de 2011

Clorindo Testa: “La edad no existe” El renombrado arquitecto y artista plástico fue honrado ayer con un doctorado honoris causa de la Universidad de Flores, donde se inauguró además una exposición de trabajos pictóricos suyos. Testa agradeció y luego contó una anécdota de su vida, como si se encontrara en reunión con viejos amigos.


La voz de Clorindo Testa a los 87 años es débil y algo quebrada. La de sus obras, múltiples, colmadas de rasgos geniales —cuando no lo son en su totalidad—, tiene claridad y firmeza para trascender espacios generosos y tiempos perdurables, en cuya historia se yerguen con cimientos sólidos.
El doctorado honoris causa que obtuvo ayer se suma a muchos otros premios y distinciones logrados por el arquitecto. La Universidad de Flores, por su parte, sólo había otorgado este galardón al filósofo budista, escritor y poeta japonés Daisaku Ikeda en 1998, por sus aportes a la paz mundial.
En un marco cálido, formado en su mayoría por estudiantes de arquitectura y rodeado por grandes cuadros pintados por Testa (más una pieza de arte conceptual), el creador de la sede central del ex Banco de Londres en la city porteña recibió su diploma del rector de la UFLO, magister Héctor Blanco. Las palabras de agradecimiento de Testa fueron apenas un puñado. Y toda la audiencia –alumnos, autoridades e invitados–, quedó con ganas de escucharlo, de oír más de él que la extensa lista de trabajos, estilos, enfoques y soluciones ingeniosas comentadas por Alejandro Delucchi, el arquitecto decano de la Facultad de Planeamiento Socioambiental de la universidad al describir la carrera del artista.
Clorindo Testa no opuso la menor resistencia cuando se lo invitó a decir algo más. Subiéndose los anteojos para apoyarlos en la frente hasta que volvieran a caer a su lugar previsto las veces que fuera necesario, un gesto acostumbrado en él, empezó a conversar como si el auditorio de la UFLO fuese el living de su casa. Y todos los presentes, amigos de larga data.
Motivado por uno de los cuadros que tenía a la vista, y que reflejaba curiosas coincidencias reales en su vida aunque dignas de historias de ficción, Testa desenrolló una anécdota de viaje que Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo podrían haber incluido en su célebre antología de la literatura fantástica…
Fue el Dr. Roberto Kertész, rector emérito de la UFLO y también asistente al acto, quién elevó la propuesta de distinguir a Testa como doctor honoris causa de esa casa de estudios, “considerando sus relevantes contribuciones en el campo de la arquitectura y el arte, acreditadas en su trayectoria académica y en sus diversas obras arquitectónicas y plásticas que significan un aporte inestimable en el desarrollo humano de nuestro país, y considerando que el arquitecto Clorindo Testa posee una distinguida trayectoria y reconocimiento mundial por la importancia de su labor profesional, reflejada en cada una de sus obras, las cuales lo destacan como un referente obligado en su especialidad”, según leyó al público la arquitecta Ruth Fische, vicerrectora académica, como parte de la resolución interna.
A la graciosa anécdota del viaje y las coincidencias en la vida del arquitecto y flamante doctor honoris causa, siguieron un aplauso lleno de admiración y afecto sinceros, y una interminable sesión de fotos con Testa rodeado de sus fans. Después pudimos conversar con él, y corroborar, a partir de sus palabras, que es, en efecto —y además lo parece, pese a alguna seriedad ocasional en su expresión— un hombre feliz, que se siente bien consigo mismo.
—Hice lo que quise hacer y lo sigo haciendo —dice—. Yo nunca pienso qué va a pasar mañana. Nunca pensé “me gustaría hacer tal edificio o tal”. O sea, hago lo que estoy haciendo. El futuro se verá. No depende de mí. Lo que hago sí depende de mí.
Y poquito después agrega, refiriéndose al cariño que tanta gente siente por él:
—Para mí la edad no existe. Hablo con un chico de veinte años como si tuviera cincuenta, ochenta, ¿entendés? O sea, la edad no existe. No existe para mí tampoco. O sea, en el pensamiento de uno es como si uno tuviera veinte años. No es que piense distinto porque pasaron setenta años (exagera). Vos pensás igual. Entonces la relación con un chico de veintidós años es como si fuera de igual a igual. Como si yo tuviera veintidós o como si él tuviera setenta.

FICHA
Clorindo Testa
Pinturas
Universidad de Flores
Pedernera 288, 1er. piso, Buenos Aires
Lunes a viernes, hasta el 30 de agosto.

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